Números para una realidad de género

La crisis económica actual disparó en Ourense la desigualdad entre hombres y mujeres, donde ellas pierden terreno.

Difícilmente puede sentirse sosiego cuando se observan las estadísticas referidas a la realidad de la mujer en Galicia y específicamente en Ourense, desde el punto de vista laboral y de conciliación, por la brecha de desigualdad que en muchos aspectos exhiben, mas acentuada en una época de incertidumbre como la actual, convulsa en el terreno económico y social.
Los estereotipos y paradigmas tradicionales, cincelados por la costumbre y la ideología, en ocasiones bajo el tamiz de una injustificada visión diferencial y discriminante, colocaron históricamente a la mujer en un punto inicial de desventaja ante el hombre que, muy paulatinamente, la paciente lucha en la contemporaneidad se ha encargado de ir limando. La tarea, ardua, aún se muestra insuficiente: es mucho el camino que se precisa andar para poder hablar de una verdadera reivindicación de igualdad en todos los aspectos y planos que el devenir moderno exige para ambos, hombres y mujeres.

EMPRENDEN MÁS, GANA MENOS
En una época como la actual, donde los urgentes llamados al emprendimiento parecen llegarnos desde todas direcciones, y cuyos cantos de sirena pocos parecen dispuestos a seguir, una tendencia parece mostrarse clara: la iniciativa tiene nombre de mujer. Esto, que es algo que no resulta sorprendente bajo ninguna óptica, se ve confirmado por las cifras presentadas. La variación interanual en la dimensión de las altas en el epígrafe de la autonomía tomada como referencia desde 2009, muestra una clara tendencia al alza en el caso femenino, en contraposición a la bajada sostenida que exhiben el universo masculino.
Todo ello, pese a existir una sustancial brecha salarial que es posible verificar en la comparación entre géneros: en Galicia, en términos medios, la mujer recibe un 21,20% menos de dinero que los hombres por realizar su trabajo. En términos mas materiales, en promedio una mujer gana 8,66€ por hora, ante los 10,99€ masculinos.
Pese a la tan cacareada a los cuatro vientos intención de alcanzar una paridad en la representación política, el objetivo está lejos de cumplirse. Excepción aparte, la composición del Concello de Ourense: 15 de sus 27 escaños, un 55,5% está compuesto por mujeres. Aun así, su máximo representante, el alcalde, es un hombre, como en el resto de los otros 82 (de un total de 92) concellos de la provincia. Apenas 10 alcaldesas, el 10,8%. El parlamento autonómico no constituye necesariamente otro edificante ejemplo: esta compuesto en un 37% por mujeres, 28 escaños de entre sus 75. Por último, las Deputaciones Provinciales, que en España apenas están presididas en un 18,92% por mujeres, siendo la contribución de Galicia a este conjunto un lapidario 0%. El poder político, al parecer, sigue siendo un campo marcadamente masculino, pese a, paradójicamente, ser mayoría: el 51,8% en la provincia de Ourense.

LA MUJER EJE DEL DEBATE
Resulta complejo hablar de igualdad ante estos números, mucho mas teniendo en cuenta el rol de sustentador principal que desempeña la mujer: 4 de cada 10 hogares en Ourense se encuentran amparados por una figura femenina, que un alto porcentaje, el 45%, es mayor de 65 años, una situación que, mas que desigual, raya en lo dramático. Sin mencionar que un 17% de las mujeres en Galicia ha tenido que reducir su jornada laboral por razones de conciliación.
Una realidad subyacente que de un modo sorprendente no ocupa puestos preponderantes en las discusiones referidas a la temática de género, empeñadas, al parecer, en ser terreno sobre el que se diriman cuestiones de carácter ideológico o religioso, en las que espejuelos añejos prefieren urgir desesperadamente a obligar a la mujer a una acendrada conducta ceñida a cánones desfasados, antes que ver la alarmante tesitura de precariedad a la que históricamente se ha visto abocada, y que la realidad contemporánea no ha hecho sino profundizar mas. Por tanto, la celebración de un fecha, el Día de la Mujer trabajadora, supone el llamado a emplazarnos al reconocimiento de la desigualdad y a trabajar por conseguir hacerla desaparecer; una falta de reconocimiento que vive inmersa incluso en su tautológico rótulo: decir mujer es, por antonomasia, aludir a una condición vinculada al trabajo.

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