Obituario | José Ramón Parrilla Díaz: Uno de los de aquel Ourense

Sin título
José Ramón Parrilla Díaz

Presente! Descansa en paz. Éramos amigos desde los años de nuestra juventud, amistad que era compartida con muchos que ya no están con nosotros: Xosé Posada, Manolo Murias, Juan López, José Luis Cachafeiro, etc. Pero, afortunadamente, otros contemporáneos de aquel Ourense de la autoridad competente -Vd. no sabe con quién está hablando, si te dicen que caí, principios fundamentales y certificados de buena conducta- todavía seguimos respirando en este mundo complicado de incertidumbres, guerras, elecciones, intrigas, traiciones y virus de todas clases que nos ha tocado vivir: Manuel Carballo, Antonio Blanco, José Pavón, Alfonso Arias, mi hermano José Luis y tal vez alguno más, pocos más, que seguimos adelante tratando de encontrar las formas de seguir ilusionándonos cada día para cumplir las etapas que nos puedan quedar en esta carrera de la vida, recordando aquel verso anónimo que está en el frontal del cementerio de Pozuelo donde enterramos el pasado primero de junio a nuestro querido amigo Mon: “Templo de la verdad es el que miras./ No desoigas la voz del que te advierte/ que todo es ilusión menos la muerte”. 

Pues eso, seguimos ilusionados, quién lo diría. En la ceremonia de despedida, su hermano, Julio Parrilla, hasta hace poco tiempo y durante muchos años obispo de Río Bamba (Ecuador), nos dirigió unas sentidas palabras recordando algunos episodios de la vida de José Ramón. Era, ante todo, un intelectual, gran lector, nos recordaba Julio que, a veces, le había resultado complicado ser obispo y hermano de José Ramón, porque con los intelectuales... ya se sabe.

Allí estaban tu Eva Quintián y tus hijos, Jose y Julio, que tanto te cuidaron en los duros y últimos tiempos de tu vida, porque hasta para morirse hay que tener suerte, amigo. Tus nietos Jacobo e Ignacio; las hermanas de Eva, Toñi e Ida; sobrinos y muchos amigos, sobre todo los del mundo de los caballos, esa pasión que te cautivó a lo largo de tu vida con tu yeguada en Fresnedillas de la Oliva, en la sierra de Madrid, y, como nos dijo tu hermano Julio, el sr. obispo, no sabemos si habrá caballos en el cielo...

Te recordaremos siempre, amigo Mon.

Te puede interesar