Pasó lo que pasó | Una Navidad de todo a cien (euros)

Frío en Calvos de Randín.
photo_camera Frío en Calvos de Randín.
El análisis de la semana en Ourense, de la mano de Antonio Nesperaira

¿Qué se celebra?   

Se dice que la Navidad es de los niños, pero en realidad es de la publicidad, que determina el consumo y nos sitúa como ricos o sencillamente riquiños. El trasiego de bolsas normaliza las fiestas, el sumatorio de platos se hace imprescindible, el beberse hasta al agua de los floreros forma parte del atrezo, como la discusión con los cuñados. Ahora las nuestras son unas navidades de todo a cien. A juzgar por la cesta tipo publicada aquí el menú tradicional se dispara hasta los cien euros por comensal. Algunos productos han doblado su precio las últimas semanas, pero la espiral de todos los años no hay quien la detenga. País de enchentas del currasco de agosto a los langostinos de diciembre, hemos generado una actividad económica tan potente que la sola sospecha de minorar la velocidad llevaría al paro a miles de personas que viven del si quedache con fame fágoche un bisté. La ley de la oferta y la demanda, el mercado puro y duro. Tanta velocidad toma la espiral del consumo que ya ni recordamos qué celebramos estas fechas. Aquí gana todo el mundo, incluso las farmacias, que han hecho acopio de antiácidos y demás medicamentos que se prescriben teniendo en cuenta lo que trasegamos. Pero, aun con eso, nadie podrá sustituir los intangibles, nunca mejor dicho. Lo importante no es lo que hay en el mantel, sino los que se sientan en torno a la mesa. O los que ya no se sientan.

Comer caliente       

Nace en esta época también eso que le llamamos sentimiento solidario, que expira el día 6 de enero. Al día siguiente comienzan las rebajas y la comprensión sobre los problemas del prójimo pierde enteros, como la voluntad de matricularse en el gimnasio y estudiar inglés. Nada nuevo, entonces. Ya existían los mercadillos solidarios con las señoras de bien sirviendo puchero al harapiento. Ya lo entendió el extinto regimen del caudillo, que recomendaba sentar un pobre a nuestra mesa. Han cambiado las tornas, pero la felicidad económica no es democrática, no tienen derecho a ella todos. En tiempos de los derechos todavía se suplen las necesidades con beneficencia. El comedor social de Cáritas está desbordado al tener que servir 600 menús cada día, el doble que hace un año. La cifra no para de crecer porque así lo dicta la necesidad, según creemos. En una provincia como la nuestra en la que los empresarios se quejan de que no hay trabajadores, más de medio millar de almas dependen de un plato caliente que le dispensa una institución benéfica. Pero Cáritas también alerta de que muchos de sus usuarios trabajan, pero lo que ganan no les llega. Entonces pobres trabajando, pobres trabajadores.

Liso y llano      

Siempre queda el recurso de la lotería, que es como copiar en el examen, se puede ir de rico aún sin haberla hincado. Ha llegado la hora de Ourense, siempre esquiva para el Gordo. Este año el descorche de las botellas de espumoso sonó como las bombas de palenque y los posados a las puertas de las administraciones de lotería tienen el empaque de la plantilla del Madrid. Ante los periodistas desfilan unos cuantos agraciados que, con los ojos fuera de las órbitas, exclaman excitados que les ha tocado 5.000 pavos. El que se llevó el premio potente, sin embargo, se escondió hasta de la parienta. El bullicio de Ourense con el sorteo se ciñe a 800.000 euros que se quedaron aquí. Para que luego digan que no somos de conformar. Ese dinero dejará la economía ourensana muy lisa: los premios de la lotería de Navidad siempre han servido “para tapar agujeros”. 

Dando pedal

Hay fecha ya para otro sorteo importante. El 18 de febrero entran en el bombo unos cuantos números para saber quién será el agraciado. Poca oferta, nula sorpresa. Alfonso Rueda ha convocado elecciones autonómicas para que los politólogos escudriñen sobre las razones de abrir las urnas en épocas de Entroido. Ya se pueden mimetizar los candidatos para que se les preste atención, sobre todo en Ourense, tierra que se toma muy en serio estas fiestas. A lo mejor es que Rueda ya contaba con eso. A ver qué tal le sale porque él es quien más se juega en el envite. Rueda, que tiene la mayoría que le ganó Feijoo, quiere revalidarla ahora. Rueda pedalea solo y a ver si no se cae. Rueda ya sin ruedines. Puede ser un eslogan de campaña. 

Al poner la lupa - Muy duro el oficio del reporterismo

El reporterismo roza la heroicidad. No todos los del oficio valen para meterse en las entrañas de la humanidad, presentando sus infinitos pliegues. De ahí que los medios manden a sus mejores efectivos al temporal de Estaca de Bares exponiendo al cámara y al redactor a los zarpazos del Cantábrico. Al calor de Ourense, exigiendo un plano corto del periodista metido en una poza termal con agua a 40 grados para refrescarse porque fuera hay más. Al mogollón de la playa de Silgar en Sanxenxo en agosto, a sabiendas de que informador y gráfico pueden ser pisoteados por las chanclas de la muchedumbre. Y al frío de Calvos de Randín, a riesgo de que a los plumillas se le congelen los mocos como estalagmitas. Los paisanos de todos estos lugares, con sorna, siempre reciben a los periodistas comprensivos y les regalan un buen titular. “Isto é Brasil”, dicen en Calvos. Cosas del reporterismo. Es de lo único que ya podemos hablar sin presiones: del tiempo.

El portafotos

Óscar Puente.
Óscar Puente.


Óscar Puente es ministro de Transportes. Menos mal porque si le ponen en Exteriores o al frente de una embajada, salvo que sea catalana, arma el belén merced a sus dotes para la diplomacia. Hace días dijo que el AVE directo a Vigo y Pontevedra por Cerdedo es “una carta a los Reyes Magos”, lo que soliviantó al presidente de la Xunta, Alfonso Rueda. A Puente también le recuerdan que pasan los meses y los trenes Talgo Avril no llegan. Los ministros de la cosa del tren siempre tienen que templar gaitas con algún territorio, salvo con Ourense, que siempre se lo ha puesto facilito a todos. La ciudad inauguró la alta velocidad hace dos años. Se cerraba entonces una etapa de 16 años de obras, 9.000 millones de euros de inversión, cuatro presidentes del Gobierno y siete ministros con competencia en el sector. Una información constataba la realidad de que el AVE no ha cambiado gran cosa a Ourense, sobre todo a la ciudad, pese a estar gestionada de forma brillante. Llegados a este punto, y teniendo en cuenta la molicie ourensana, no sería descartable que desmontasen el tendido ferroviario y lo llevasen por otro lado, fuera de Ourense claro. A los ourensanos les daría igual. Te damos la solución, ministro. A nosotros qué más nos da.

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