CASO TOMÁS MILIA

Un vecino sitúa al acusado de matar a Milia bajando del piso

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photo_camera Alexandru Marius Luca, ayer a la entrada del edificio de la Audiencia, en donde están siendo juzgado.

Había huellas suyas en una caja de guantes de látex que apareció junto al cuchillo en un contenedor

En la segunda sesión del juicio seguido contra Alexandru Marius Luca (22 años) por el asesinato de Tomás Milia Méndez (72), la persona que contrató sus servicios sexuales como prostituto el 4 de octubre de 2013, sirvió para fijar la hora de la muerte sin necesidad de autopsia, situar al procesado en la planta donde está la vivienda en la que ocurrió el crimen y para corroborar que la víctima y su esposo, del que se quería divorciar, no mantenían la idílica relación de la que este último se jactaba. Pero el viudo, tal como recordó la presidenta del tribunal, no se sienta en el banquillo de los acusados.

"No es el momento procesal oportuno para arrojar sospechas sobre él", aseguró la magistrada tras varias advertencias a la letrada del inculpado ante el cariz insidioso de sus preguntas.

Una vecina de Milia Méndez, la del piso de abajo, escuchó, entre las 21,30 y las 22.00 horas, como alguien pedía auxilio con voz ahogada. Pero no le dio importancia porque "últimamente se oían cosas violentas" que, aunque le costó, acabó por relacionar con prácticas sexuales subidas de tono.  

Y, sin salir de la comunidad de propietarios del número 4 de Curros Enríquez, la sala encontró otra prueba de cargo con peso. Un vecino del inmueble situó a Alexandru Marius Luca pasadas las 22,20 horas saliendo del ascensor que procedía de la quinta planta, donde residía el fallecido. Este testigo reconoció ayer sin fisuras al procesado como la persona a la que saludó. 

Los vecinos, incluida la portera del inmueble, coincidieron en manifestar que Milia Méndez era visitado con frecuencia por chicos "jóvenes, morenos y extranjeros" que no vivían en el edificio. Alguno ni siquiera sabía el nombre del anfitrión. En ocasiones, hasta "tres o cuatro visitas al día".

Sin sangre en su ropa

Dos agentes de la Policía Científica corroboraron que apareció una huella dactilar en la caja de guantes de látex hallada en un contenedor junto al cuchillo supuestamente utilizado en el crimen (el inculpado así lo confesó a la policía aunque ahora no reconoce los hechos). Ahora bien, en la ropa del joven,tras ser detenido, no había ningún resto de sangre.

En cuanto a la afectación del incendio supuestamente provocado para borrar huellas, un delito que puede añadirle hasta 20 años más de cárcel a Alexandru Marius Luca, valoraron el riesgo para el edificio como "leve", aunque sí lo hubo para las personas debido al humo, aunque no fue precisa la evacuación de los vecinos (sólo un niño).
La familia confirmó que vendió el piso por 200.000 euros, por debajo de su precio en el mercado inmobiliario, pero el comprador hubo de hacer frente a los daños del fuego (valorados en su día en 90.000 euros sin IVA).

En la sesión de ayer declaró el taxista que trasladó al inculpado a las cinco de la madrugada a O Viso para ir en busca de unas llaves que había perdido (las del piso de Milia que arrojó horas antes).

Por su parte, el médico del PAC de Concejo que atendió a Alexandru Marius tras ser detenido por una crisis de ansiedad le dijo que estaba nervioso porque esa noche "había visto un muerto".

El sobrino dice que la víctima se sentía amenazada por su marido

La familia de la víctima actualmente no mantiene una buena relación con el viudo, Guillermo José Q.C., quien también ejerce la acusación particular en este proceso penal. Uno de los sobrinos herederos aseguró a la sala que Tomás Milia "quería divorciarse" y "se sentía amenazado por Guillermo" (el esposo) por el cambio de testamento. "No quería que él lo supiera porque decía que si no lo mataba", explicó, para abundar en que no le dio trascendencia al interpretarlo más como expresión que como intención.

Una semana antes (el 25 de septiembre de 2013) Milia cambió el testamento, dejando todos sus bienes a un sobrino y a los dos hijos de una sobrina. En uno anterior (19 de octubre de 2012) también figuraba el marido, legando a este último, además, una vivienda a las afueras de París. 

No obstante, el esposo describió una relación cordial y muy amigable con Milia, quien había regentado una farmacia en Maceda hasta 2011, pese a que ya no convivían.Eso sí, tenía un juego de llaves del piso de Curros Enríquez y sabía que tenía relaciones sexuales con "hombres bien dotados" y que había dinero en la casa. El día de la muerte estuvieron juntos  al mediodía y por la tarde conversaron. Según su manifestación, desconocía la intención de su esposo de querer divorciarse.

El viudo, en su exposición, puso palabras a una de las incógnita sin resolver en la instrucción: el teléfono móvil de Milia, que nunca apareció, fue encendido un mes después de muerto, tal como reveló una aplicación de geolocalización que tenía descargada Guillermo José Q.C. 

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