METEOROLOGíA

Rendidos ante el mercurio

photo_camera El Paseo, una de las zonas de recreo más concurridas de la ciudad, completamente vacío (Foto: Miguel Ángel)

La ciudad vivió ayer su primera alerta amarilla por calor del año con un éxodo masivo con el fin de evitar las altas temperaturas, que llegaron a superar los 40 grados a las 15,00 horas

La alerta amarilla por altas temperaturas fue más que una amenaza. De nuevo, la ciudad fue la excepción entre las capitales de provincia del norte peninsular y se situó entre las más calurosas de España por culpa de unas temperaturas que superaron los 35 grados durante las horas centrales del día. La incómoda sensación térmica padecida durante toda la jornada obligó a los ourensanos a huir a otros lugares donde el fresco estuviese al alcance de la mano o a refugiarse en casa a la espera de que el mercurio tuviese piedad.

La ciudad respiró un ambiente casi post-apocalíptico. Las calles lucieron completamente desiertas, incluidas aquellas tradicionalmente más concurridas durante el día, mientras se sucedía una auténtica exhibición de persianas bajadas en la inmensa mayoría de cafeterías, bares y negocios hosteleros de la ciudad.

Hasta las terrazas, símbolo de la época estival en las calles del centro urbano, se rindieron a las altas temperaturas. Pocas eran las que se atrevieron a abrir mientras el sol abrasaba las calles, y las que así lo hacían comprobaron cómo las mesas y sillas de aluminio se calentaban completamente vacías.

"Nada más salir a la calle, te sientes como en la parte trasera de los aparatos de aire acondicionado", comentaban los pocos viandantes presentes a mediodía por las vías ourensanas, preocupados en ocupar las zonas de sombra el mayor tiempo posible.

Ni siquiera las zonas de baño pusieron la excepción a la regla. La ausencia de gente en la ciudad también se reflejó en las termas y piscinas del término municipal, lastradas por una escasa actividad. Muchos factores en la mesa: un puente, un mes fundamentalmente vacacional y un tiempo envidiable, se unieron con un calor difícil de aguantar para hacer que los ourensanos huyan de su propia ciudad.

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