Darío-Carpio Estévez Pérez: "Tuve que despojarme de mis prejuicios, soy hetero"

Poco acostumbrado a atender a la prensa, el juez sustituto Darío-Carpio Estévez, del Registro Civil de Ourense, ha saltado a los noticiarios y a los diarios de todo el país tras emitir un auto pionero: conceder el cambio de sexo registral al joven Alejandro, un niño trans de ocho años. Su decisión ha dejado abierto un debate desde la víspera del Día del Orgullo LGBT y cuando el proyecto de la ley trans se acababa de aprobar para remitirla a las Cortes. ¿Qué precedentes le llevaron a conceder el cambio? Me apoyé, en parte, en la sentencia del Tribunal Supremo 685/2019 del 17 de diciembre, en la que se propone que el menor que desee cambiar de sexo en el registro debe tener la “suficiente madurez” en su comportamiento como varón, y que haya una continuidad en su “situación estable de transexualidad”. Con Alejandro, me di cuenta de que es un niño muy maduro a este respecto. Eso sí, no podemos confundir el concepto de “suficiente madurez” conforme a la transexualidad con el de ”madurez” que solemos utilizar en general. ¿Cómo determinó el nivel de madurez? Con una entrevista con el menor, además de todos los medios de prueba de los que disponemos en el juzgado: un expediente, la declaración de los progenitores, informes de la vida escolar y testimonios de amistades. La entrevista pesa mucho. Me dirán que es algo subjetivo. Y sí, lo es, como todo. ¿Qué destaca de esa entrevista? Me di cuenta de que es un niño muy despierto. Me impresionó, porque lo primero que me respondió fue: “No sé lo que tengo que contestar”. No tenía nada preparado. Para mí, eso valió mucho. Fue muy espontáneo. Siempre enfocaba sus vivencias, sus sentimientos y su forma de proceder como un varón. ¿Lo decidió en ese momento? Esto no se decide de la noche a la mañana. Hay que acudir al expediente para comprobar las circunstancias concurrentes y, como decía, confirmar la madurez y la persistencia en el tiempo de su sentir. Además, la sentencia del Supremo, más la del Constitucional, la 99/2019 del 18 de julio, dieron apoyo a mi decisión: reducían el requisito de la edad mínima para aprobar estos procesos de 14 a 12 años, por lo que abrieron una vía por la que, cuando concurren estas circunstancias, puedes determinar en un sentido o en otro. ¿Había razones para no aprobar el cambio? El tema de la edad es la parte más conflictiva y controvertida de este caso. Con esto en mente, hice una reflexión en alto: “¿Qué gana la sociedad con negarle a esta persona su derecho al libre desarrollo de la forma que él desee?”. Entiendo que pierde un individuo libre. Es más, como juez no puedes condenar a una persona para el resto de su vida, o hasta que presentase otra solicitud, por las impresiones y percepciones que tengas de la realidad. Se necesita objetividad. ¿Cómo la consiguió? Lo primero que hice fue despojarme de cualquier prejuicio y de cualquiera de mis percepciones de la vida: no soy parte del colectivo LGTBI, soy hetero. Desde el minuto uno me deshice de estos pensamientos subjetivos. Me centré únicamente en las circunstancias que concurrían al caso. En el auto menciona también a la OMS y la ley trans. Partí de la base de que la OMS no considera la transexualidad una patología. Traté de buscar todo lo que pudiese ayudarme a llegar, en la medida de lo posible, a la mejor decisión. Al contrario que otros, considero que el proyecto de ley, en su espíritu, es favorable a la aprobación del cambio de sexo registral. ¿Consideró las consecuencias de su decisión? Siendo honesto, nunca pensé que este caso llegaría a tener tanta repercusión, pero sí que esta resolución pudiese beneficiar a mucha más gente en toda España. Entiendo que en este caso la sociedad se está beneficiando de un ciudadano más libre. No podemos encerrarnos en un único pensamiento y no ir más allá. La sociedad se mueve, a un ritmo vertiginoso, y no podemos impedir los avances, sino ir con ellos. ¿Cómo deberían actuar los jueces? Debe hacerse Justicia con letra mayúscula. Debemos tener empatía con los sentimientos y el libre desarrollo de los ciudadanos. Hay que ponerse en el lugar de otro, un ejercicio saludable y que necesitamos practicar cada vez más. Los que estamos en puestos de relevancia y decidimos sobre la vida de otras personas tenemos la obligación de ser empáticos, sin prejuicios y sin mediatizar. La Justicia, por tanto, tiene que abrirse a la sociedad.