Desde hace 50 años Justo Gallego está empeñado en cumplir su sueño: construir una catedral. Reconoce que, como Gaudí, no podrá verla terminada, pero pese a ello cada día se levanta a las 6 de la mañana para trabajar.

La catedral olvidada de Justo

Exterior de la catedral en obras
A una distancia de 600 kilómetros de la Sagrada Familia de Gaudí vive un hombre que sueña con que un día el Papa también consagre su 'catedral'.
Es Justo Gallego, un octogenario que en el pasado llegó a vestir los hábitos del Císter pero que tuvo que abandonar la orden religiosa al enfermar de tuberculosis. Desde entonces consagró su vida, y también su patrimonio, a la construcción de una iglesia, un empeñó al que se dedica por completo con unas jornadas de trabajo que empiezan a las seis de la mañana y acaban a las seis de la tarde. 'A veces me levantaba antes, a las dos o las tres, pero ahora las fuerzas empiezan a fallarme', se lamenta este hombre de sorprendente vitalidad a pesar de haber cumplido ya los 85 años.

La obra la inició en el año 1961 y a la complejidad de la tarea tuvo que añadir el rechazo de sus vecinos, que nunca vieron con buenos ojos la iniciativa. La localidad madrileña de Mejorada del Campo, donde se asienta la catedral, se está haciendo famosa gracias a esta construcción y cada día más de un centenar de personas se acercan hasta allí para poder ver el avance de las obras.

Durante el fin de semana de la visita del Papa a España ha tenido los ojos puestos en los detalles de Benedicto XVI y reconoce que hay quien ha hecho gestiones para que el Papa también se acerque a ver su catedral. 'Me han dicho que un periodista que se llama Alfredo Amestoy ha estado intentando que venga a conocer ésta, pero creo que no ha podido', reconoce con cierta decepción, y añade que se sentiría orgulloso si el Papa accediera a visitarla: 'Es una obra de un cristiano y creo que debe conocerla'.

Justo Gallego, a pesar de que lo que su apellido indica, asegura que no tiene vinculación con Galicia, pero recuerda que una cuadrilla de segadores gallegos estuvo alojada en su casa durante la Guerra Civil. 'Era una cuadrilla de segadores de Lugo a los que les sorprendió el inicio de la Guerra y no pudieron volver a sus casas hasta que todo terminó'.


SIN PLANOS NI PROYECTO

Después de 50 años de trabajo la iglesia ha cogido ya su forma definitiva y las similitudes con la Sagrada Familia se aprecian en algunos de los detalles de esta inmensa obra y hay quien también compara a Justo Gallego con Antonio Gaudí. Pero a diferencia del maestro catalán, Justo Gallego no ha tenido más escuela que la observación y la lectura de muchos libros, entre ellos un gran número de ellos dedicados a castillos, en los que reconoce haberse inspirado. Por eso en este proyecto se percibe una obra a medio camino entre una fortaleza y una catedral.

El principal problema ha sido la financiación y aunque no es capaz de dar cifras exactas del dinero que lleva invertido cree que han sido 'más de cien millones de pesetas', porque Justo Gallego sigue contando en pesetas. 'Para llegar hasta aquí he tenido que vender un terreno de mi familia de 40.000 metros cuadrados, pero el dinero se acaba y los gastos de esta construcción son muchos'. Por este mismo motivo tampoco se atreve a dar plazos para la finalización de su proyecto: 'Si tuviera dinero podría decirte cuatro o cinco años, pero es que vivimos de lo que la gente nos da. Así es muy difícil poder hacer cálculos'.


APORTACIONES DEL PÚBLICO

El público es ahora una de sus principales fuentes de ingresos y calcula que en donaciones habrá obtenido 'entre 30 y 40 millones de pesetas'. A lo largo de toda la estancia hay carteles distribuidos en los que se recuerda a todos los que acceden al recinto la importancia de las donaciones. En la propia entrevista, explica que por cantidades de 5 a 15 euros podemos llevarnos un calendario o un folleto sobre las etapas de la construcción.

Y sin embargo, Don Justo, como lo acostumbran a llamar los visitantes, reconoce que probablemente no verá terminada su catedral en vida y por eso ha hecho testamento a favor del Obispado. No sabe el destino que dará la Iglesia a la obra, aunque le han llegado comentarios de que más que un regalo puede ser un auténtico quebradero de cabeza.

El principal problema es que no existe proyecto y dirección de obra. Por eso para darla de paso es necesario que un arquitecto redacte un proyecto. Al problema de buscar un arquitecto que quiera poner su firma en una obra que se ha hecho con material reciclado, ladrillos de deshecho y material inservible como cubos, metales o ferralla, hay que añadir el coste del proyecto, que Justo sitúa 'entre los 12 y los 60 millones de pesetas'.

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