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Cincuenta años del Monterey Pop

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photo_camera Jimi Hendrix, durante su demoledora actuación. Ravi Shankar tocando su sitar.

En Inglaterra, especialmente en Londres y en algunas capitales europeas, como Copenhague o Amsterdam, a mediados de los 60 muchas cosas habían empezado a cambiar. Pero en San Francisco la juventud iba más allá y estaba creando una sociedad nueva.

El paisaje gris de posguerra de aquellas ciudades europeas se había transformado en un paisaje colorista, con chicas en minifalda, con sus calles llenas de jóvenes con abundante cabellera que desafiaban todo tipo de convencionalismos, escuchaban rock en la radio y llenaban cada sala donde tocasen los Beatles o los Rolling Stones.

Parecía que todo cambiaba de un día para otro, y sin embargo… allá por 1966 empezaron a llegar a Europa los ecos de algo que estaba pasando en San Francisco, de cómo allí la gente joven no estaba rompiendo con los convencionalismos, directamente estaba creando una sociedad nueva, donde se vivía en comunas en las que todo era compartido por quienes vivían en ellas, se practicaba el amor libre y sustancias como la maría o el LSD se consumían sin restricciones.  Allen Ginsberg leía sus poemas en los cafés de Haight-Ashbury, el Living Theater de Julian Beck rompía todos los arquetipos en el arte dramático, en las universidades los estudiantes se oponían a la guerra de Vietnam y todo ello tenía una banda sonora que cada noche se podía vivir en los Ballrooms donde los nombres de Grateful Dead, Jefferson Airplane, Big Brother & The Holding Company o Lovin’ Spoonful habían creado toda una nueva forma de hacer y de entender el rock. El movimiento hippie se preparaba para asaltar los cielos…

El llamado Rock de la Costa Oeste –denominación, si hemos de ser rigurosos desde el punto de vista musical más geográfica que estilística- había creado en toda California en muy poco tiempo una escena sumamente fecunda, con muchísimas bandas y un numeroso público hippie que las seguía y apoyaba. Ante ese fenómeno, cuya repercusión se extendió no solo por toda América, sino que no tardó en llegar a Europa, Paul McCartney fue uno de los impulsores de la idea de convertir un festival relativamente modesto que estaban planeando John Philips, de The Mamas & The Papas, y el promotor Lou Adler, en un auténtico festival internacional que además de mostrar esa nueva escena que había surgido en América, reuniera a lo mejor del rock, el blues y la música popular de mayor proyección en aquel momento en un mismo escenario. 

 Los días 16, 17 y 18 de junio de 1967 se celebró en los terrenos del County  Fairgrounds en Monterey, California, el llamado Monterey International Pop Festival. Dos semanas antes se había puesto a la venta el Sargent Peppers’ Lonely Hearts Club Band de los Beatles, cuatro semanas antes a su vez se había editado Are You Experienced? de la Jimi Hendrix Experience y Pink Floyd habían hecho los legendarios conciertos del Queen Elisabeth Hall. Aquel fenómeno que ya se conocía como contracultura tomaba forma en un evento musical de proporciones históricas. 

Mas de 50.000 personas llenaron el recinto del festival para presenciar algunas de las actuaciones más celebradas de la historia del rock. Por supuesto, resulta imprescindible al referirse a Monterey a la vibrante y demoledora actuación de aquel Jimi Hendrix que se consagró como una leyenda viviente que hacía arder su guitarra.  Pero no menos grandiosas fueran las actuaciones de unos The Who aplastantes, unos Canned Heat que pusieron el componente blues más puro en el festival, un Ravi Shankar que perfumó de aromas orientales con su sitar el todo el ambiente, un Otis Redding que envolvió de soul aquella atmósfera y quizá al mismo nivel de Jimi Hendrix en cuanto a repercusión, Monterey descubrió y lanzó como un cohete al estrellato del rock a una cantante que estremecía por su energía, su desgarro, su pasión desbordada y al mismo tiempo, su sensibilidad: Janis Joplin. 
 Monterey tuvo algunas ausencias ciertamente llamativas. Cream, el supergrupo que estaba revolucionando el blues rock británico y sentando las bases de lo que en los 70 sería el Heavy Metal, no tocaron porque en palabras de Eric Clapton, su manager pensó que aquello iba a ser un desastre de organización y un fracaso, mientras que los Stones estaban por aquel entonces más preocupados de que sus abogados les salvasen de ir a la cárcel que de tocar en directo, aunque siempre se recuerda como otro momento inolvidable del festival cuando Brian Jones presentó en el escenario a Jimi Hendrix. Y en cuanto a los Beatles, aunque McCartney presionó hasta donde pudo, la decisión del grupo de no volver a tocar en directo no tuvo vuelta atrás. 

El festival dejó una película dirigida por D.A. Pennebaker muy al estilo de la mítica Jazz On A Summer Day de Bert Stern sobre el Newport Jazz Festival de Rhode Island, y cuya influencia sería decisiva en todo el posterior género del concert-film, así como en otras de las cintas clave de la contracultura, Easy Rider. En su backstage un por aquel entonces joven periodista que escribía sus primeras crónicas en la prensa local fue consciente de que lo que se estaba viviendo aquel fin de semana era el comienzo de una época nueva, y se convenció de que esa época tenía que verse reflejada en un tipo de periodismo nuevo, rompedor, revolucionario incluso. En noviembre de 1967, ese cronista de apenas 21 años, Jann S.Wenner, editó el primer número de Rolling Stone. 

Y en ese verano, el verano del amor, todo el planeta conoció que el movimiento hippie, un movimiento que preconizaba la libertad radical, la paz y el amor,  estaba cambiando el mundo. No es menos cierto que como tal fenómeno no tardó en ser asimilado por el sistema y con toda seguridad, al no tener un elevado nivel de conciencia de lo que estaba pasando, ni siendo tampoco conscientes del potencial de cambio, de transformación real que poseía, a comienzos de los 70 era ya más una moda que un movimiento social y cultural. Pero no debe desdeñarse el impacto que tuvo en un mundo que por primera vez veía que los jóvenes tomaban sus propias decisiones, plantaban cara abiertamente a aquello que no les gustaba y luchaban por ser ellos mismos frente a los arquetipos de una sociedad opulenta y acomodada, pero sin valores auténticos. Desde el verano del amor, el mundo ya no volvió a ser igual. 

 Siempre me pareció significativo que los Beatles decidieran retirarse de los escenarios y dar su último concierto un año antes y precisamente en San Francisco. En la ciudad en la que empezó todo. Como el paso del testigo a unos jóvenes que quisieron llevar el rock mucho más allá, y que como bien dijo David Dalton en 1968, por un momento tuvieron en su mano heredar la tierra. Monterey fue la puesta en escena, la gran afirmación de que el rock había cambiado para ser a partir de entonces el magma generador a partir del cual la música conocería una época de evolución, progresión, inspiración y creatividad como nunca antes conoció en la historia. Y todo empezó en aquel fin de semana, mientras el ácido fluía en las mentes de aquellos hippies que cantaban aquello de que todas las hojas de los árboles eran marrones y el cielo estaba gris…

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