Cartas al director

Mexicanos nonatos

“Como México no hay dos” (Canción de Vicente Fernández)
La realidad supera a la ficción. El extenso y brillante relato uterino de Carlos Fuentes de su obra “Cristóbal Nonato” fue, quizás, premonitorio. Diez años de mi estancia en México hacen que difícilmente, cualquier noticia sobre aquel país me sea indiferente. Leo un estudio llevado a cabo por la Universidad  Nacional Autónoma de México. Las conclusiones son aterradoras. Catorce millones de mexicanos carecen de acta de nacimiento. Seres humanos que pululan en un limbo jurídico. No pueden ejercer derecho alguno pues, oficialmente, no existen. En un país donde la violencia es recurrente, no se puede imputar un delito sobre una víctima nonata, tan nonata coma la del victimario. No se puede escolarizar a un niño inexistente.
Entre un 50% y un 80% de la población mexicana no dispone de recursos para comer, teniendo en cuenta el porcentaje de nacimientos no declarados, tal tanto por ciento puede alcanzar proporciones escandalosas. De los 118 millones actuales de población, la UNAM calcula un 10,8,% los no inscritos en los registros civiles. ¿Por qué? La lenta y corrupta burocracia hace que el mexicano carente de recursos desista de acudir a cualquier registro civil, alejado de su residencia en el medio rural, como en el medio urbano, centro de aluviones migratorios. En la zona metropolitana del Distrito Federal se hacina casi la mitad del censo nacional. Hay que entrarle a la mordida (soborno). Sin acceso a la educación, y, por ende, a la cultura, es un pueblo maleable políticamente con proclamas nacionalistas y caldo de explotación económica.
Recuerdo a un político, corrupto, por supuesto, concejal del municipio, en donde pasé mis últimos meses. Regresaba, por fín, a España, habiendo sido beneficiario de la amnistía. Disponía de pasaporte, que, otrora, se me había negado. Contaba con una no desdeñable biblioteca, en la que abundaban obras mexicanas. Fui a su encuentro en su domicilio. Le propuse que, dada la hospitalidad que había recibido, deseaba donar aquella biblioteca al pueblo. Lo agradeció, pero lo rehusó. A cambio, me dijo que si tan agradecido estaba con ellos, lo mejor sería que le hiciese un donativo dinerario en  mano, pues un pueblo analfabeto y necesitado no quiere libros sino pesos (sic). Salí, una vez más, asqueado. Ni le llevé sobre alguno, y mis libros sirvieron para adornar la casa de algún que otro paisano inculto.
Hoy, puedo hablar de aquellas miserias, de las que allí no podía, bajo la amenaza de aplicarme el art. 33 de su Constitución (expulsión del país a un extranjero indeseable). Penalidad que sufrió Encarna Sánchez y de la que estuvo a punto de ser destinatario Luis Buñuel, aún  siendo naturalizado mexicano. A éste le salvo el éxito de “Los olvidados” en el Festival de Cannes. Efectivamente, como México no hay dos. ¡Menos mal!.