Cartas al director

Convivencia o enfrentamiento

Vivimos en un mundo de in­tensa interrelación ­­-globalizado, se dice-, compartido por gentes de heterogénea proce­dencia, con lenguas diversas, con religiones diferentes, y también con proyec­tos políticos muy distintos, con un sistema de creencias que lleva a cada grupo a una particular concepción del mundo.

Oriente, occidente; norte, sur. La geografía, la raza, el color de la piel, la lengua en un país multilingüe, van unidos a lo que genéricamente denominamos como cultura. Así, cuando hablamos de convivencia de culturas y sus posibles conflictos, cabe que subconscientemente pensemos en otros países, en otros continentes; pero la globalización puede llevarnos a olvidar que ese fenómeno se da también hoy en nuestro territorio, entre nuestros connacionales. Dentro de nosotros conviven, al menos, dos líneas de pensamiento: de una parte, el sustrato cristiano católico que es la raíz de nuestra cultura: la de Europa; y de otro un laicismo transformado en ideología, con una vertiente anticatólica militante, que quiere imponerse como religión civil; trasladado todo ello a la vida política. Y a este panorama se superpone la insaciabilidad de los separatismos.

Así, la existencia de culturas diferentes no se manifiesta solo por la procedencia de gentes que vienen de otras raíces, de otras tradiciones, con formas distintas de ver la vida, y que en ocasiones incluso visten de otra manera; y que quizá quieran seguir siendo así y no pongan ningún empeño en asimilarse o integrarse en su nueva sociedad. La inmigración puede originar tensiones de convivencia de culturas, pero lo grave es que esas tensiones se originen y sean protagonizadas por los propios nacionales.