Cartas al director

Un ¿come qué...?

Hombre, don Julio: como le dije una cosa, le digo la otra, y aquí paz y después gloria. ¿Se acuerda? Hace ya algo más de un año, mi loa a sus preciadas y heterodoxas columnas, correspondida generosamente  por usted, que no esperaba y agradecí en mi fuero interno, y en la que llegaba al punto de considerarme su amigo, gratitud que ahora le expreso.

Espero no haberme convertido en aquel lector de Julio Camba que usted citaba en su exultante artículo de respuesta; pero es lo cierto que más de una vez me he sentido tentado a referenciarlo de nuevo, bien para discutirlo, para matizarlo o bien para refrendarlo, y me he ido aguantando hasta la fecha, precisamente para no constituirme en ese lector-seguidor fiel y pelmazo al mismo tiempo. Si ahora me atrevo a hacerlo, aun pensando en el riesgo de recibir una colleja dialéctica –que son las que me duelen, no las otras-, es por ese cierto sentido de propiedad que uno adquiere sobre aquél a quien admira, por su prosa en este caso –y por su lucha-, y con el que le gustaría a uno estar de acuerdo en todo, de ahí el desencanto cuando se constata que esto no es posible y se siente uno  como traicionado. ¡Ah!, la relación de pareja.

Ya hace mucho que descubrí que no concordamos en preferencias políticas –pero home, que  tanto mal teñen as Mareas-Podemos?-, aunque estoy cierto de compartir una escala de valores  amplia en lo esencial, no en vano somos  generación de postguerra  -creo que mi ‘quinta’ es anterior a la suya-, y siempre entendí su aparente machismo y otras gaitas. Y es que en su penúltima me tocó demasiado una fibra sensible, y pienso que se pasó cuatro pueblos. Me refiero, claro está, a la del “comemierda”.

     A pesar de ello, le comprendo y admito su derecho a un desahogo emocional  y quizás motivado, pero creo que el adjetivo escogido –la gran preocupación de Josep Plá: encontrar el adjetivo preciso; y a fe que los encontró- no le hace honor a usted, que tan bien sabe utilizarlos habitualmente, y que podría haber usado con más tino para tan discutida figura, que pudo ser todo menos un vulgar come… Pero, en fin, un borrón no hace historia en un mar de aciertos.

Sinceramente, opino que unos calificativos que recogiesen lo expresado por sus colegas dominicales, su vecino de página Alfredo Conde y Jaime Noguerol –tan distintos y a quienes tengo el placer de seguir-, estarían más en línea con el juicio final que la historia hará del controvertido Fidel, y que en gran medida ya está haciendo. En todo caso,  nos obsequia  usted  acto seguido  con una columna como la de “…orillamar”,  se hace perdonar el exabrupto, y a seguir disfrutándolo. Salud.