Dicen que los jóvenes de hoy en día no sabemos apreciar lo que tenemos. Es posible. Pero yo reconozco todo lo que ella hace por mí. Trabaja a turnos muchas veces; cuando no está, me toca a mí preparar el desayuno, recoger la ropa, la mesa... pero cuándo ella está se levanta a las siete y media para despertarme, me hace un zumo, unas tostadas... vigila que vaya bien abrigado al instituto.
Al regreso, la comida está encima de la mesa: calentita.Pregunta que tal la jornada, qué deberes tengo, qué dimos...Después de una pequeña siesta se pone cerca de mí y se convierte en mi profesora particular, me ayuda a organizar mis estudios, me hace apuntes, me busca información... Se prepara temas enteros para explicármelos, me aconseja, me enseña y reconozco que acabo aprobando gracias a ella.
A veces se queja. Dice que su vida a los cuarenta y seis años es trabajar y estudiar, pero sigue ayudándome. Una de las preguntas que más le hago es: ¿No irás a trabajar hoy?