Cartas al director

Carta a Fernando Nespereira

 Hace años, cuando los conceptos y preceptos estaban más claros, hace años cuando la comunicación era real, y no en formato de algo que tiene muchísimo de red y muy poco de social, cuando la opinión  en tiempo real del mayor de los botarates no tenía, como ahora,  tanta e insultante visibilidad como la de cualquier Premio Nobel,  hace años sabíamos que Occidente estaba enfermo y que Oriente era la Meca espiritual, la atalaya de lo intangible, de lo que subyace más allá de la materia y nos hace ser más buenos o ser más malos, Occidente ese lugar en donde, a mayores de las especies biológicas, también se ha extinguido la conciencia, conciencia, ese sustantivo abstracto en semántica, pero bien concreto en nuestras vidas diarias, conciencia que separa enormemente a Oriente de Occidente en la forma de suicidarse, cuando un oriental cierra la ventana y en la mayor intimidad se hace el harakiri  o cuando un occidental decide poner final a todo y primero abre la misma ventana con un rifle de repetición y elimina a los primeros diez viandantes anónimos que pasan por la calle. La forma de suicidarse de Occidente cada vez más nos refiere un resentimiento atroz , una falta de paz interior enorme y un exhibicionismo enfermizo, todo lo cual define a un psicópata. En Oriente enseñan a morir, en Occidente enseñan a matar, incluso se apuesta por ello.

“Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que
 el partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.”
Antonio Machado

Para Fernando Rodríguez Nespereira, mi primer mentor, por todo.