Cartas al director

Continuidad de la cultura intergeneracional

Con sorpresa asisto a como nuestro mundo, en poco menos de medio siglo, ha cambiado en muchos aspectos, y demasiado aprisa en sus costumbres y tradiciones, muchas de ellas machacadas por el fenómeno de la globalización. Unos de tales aspectos para bien o para mal, son factores detonantes de ello, son las nuevas tecnologías que nos acercan a mucha información, pero que nos hacen que vivamos aprisa el tiempo. Sin embargo quiero lanzar una propuesta de norma o regulación de la recuperación de nuestra memoria no sólo histórica, sino transversal y de garantía al traspaso intergeneracional de nuestras costumbres y tradiciones, que poco a poco al igual que desaparecen especies de plantas o animales van desapareciendo de nuestra cultura. Haría falta pues no sólo tener inventariadas las cosas más importantes, sino todo tipo de tradiciones y de oficios que con el paso de los años se han ido casi perdiendo. A modo de simple ejemplo: cestería, alfarería, construcción artesanal, labores agrícolas artesanales, cultura oral, conocimientos diversos de la naturaleza, caza, pesca, etc… Porque poco a poco vemos que ese traspaso intergeneracional de padres a hijos, y a nietos a veces por desgracia se va perdiendo.

Hoy es más importante tener un coche que un caballo, o ir más deprisa de tal o cuál otra forma, no lo discuto… Pero el conocer por ejemplo nuestras plantas, nuestros bosques, nuestro entorno me parece algo vital y que debería de ser preservado más allá de la mera afición o costumbre local. No podemos borrar la memoria de nuestro pasado, ni nuestras raíces, para sacrificarlo al dios del interés, de la prisa, o de la mera rentabilidad económica.

La cultura intergeneracional, y todo lo que ello conlleva, no cabe en este breve pensamiento, pero sí la idea de afianzar posturas, y sobre todo de que quienes están al mando de la acción política que impulsa la cultura, recojan el testigo, porque los seres humanos, nuestra identidad hunde las raíces a través del presente en el pasado y se proyecta hacia el futuro. En este punto de vista habría que escuchar más y respetar a nuestros mayores, y no arrinconarlos en cómodas residencias a modo de falansterios, la cultura debe pues de ser viva y continuar, y que en la misma participen todos, incluidos como no nuestros educadores, y toda la sociedad civil en general. Para terminar, la sabiduría de la edad no debe de perderse en el viento, o ser lanzada al ostracismo oscuro de la noche de los tiempos.