Cartas al director

Una tarde de verano

Una tarde de este verano en coche por las carreteras es una aventura espectacular. Voy a relatar lo que me pasó hace unos días porque el calor que pasé dentro del vehículo me puso mi cuerpo caliente como una barra de pan dentro del horno.

Estaba en un atasco. Era de los peores que había visto en mi vida, que por suerte o por desgracia han sido muchos los que he visto. De esos en que las paradas y arrancadas continuas acaban provocando desgraciadamente accidentes, ya que estás tan aburrido al volante que no puedes distraerte un segundo. Miré por el retrovisor y una carretera vacía se desplegaba a mis espaldas. Alguien apretó un claxon y me vi arrastrado de vuelta a la realidad. Cuando volví a mirar, todo había vuelto a la normalidad. Me dije a mí mismo que eso no había pasado. Que me había quedado dormido al volante en el atasco. Literalmente. 

Después de lo que parecieron ser horas, al fin logré salir de la interestatal. Entré en una carretera donde el tráfico era mucho menos denso. Esa carretera parecía serpentear muchísimo, notando que mi coche se zarandeara de forma descontrolada. Estaba sudando a mares y era incapaz de soltar el volante. Aquello tenía pinta de ser una zona montañosa, donde la carretera zigzagueaba. Y subía y bajaba constantemente. Pese a ello, me invadió una sensación de alivio. El alivio dejó paso a la fascinación. Nunca antes me había enfrentado a una carretera de esas características. 

Llegué a una curva muy pronunciada hacia la izquierda. De repente, un pájaro se estrelló contra el cristal. Cerré los ojos dos segundos y grité. Tal vez con la esperanza de poder ahogar así el ruido del cristal. Pero recobré la calma y la cordura. Me alegré de que al pájaro no le había pasado nada. No estaba muerto. Seguía volando. 

Al final, recobré la compostura. Lo bastante como para conducir los kilómetros que me quedaban por recorrer para llegar a mi destino. Hasta llegar ese momento, mantuve la mirada fija en aquella carretera bañada por el sol. 

Cuando hago cola en el supermercado me acuerdo de ese atasco que viví en mi propia piel. Ayer, para olvidarme de esa tarde en las carreteras, estuve paseando por la estación de trenes de Ourense viendo y sintiendo cosas en esos ferrocarriles que les contaré en otra ocasión. Veremos...