Cartas al director

El último viaje de mi hermano Celso

Días después del fallecimiento de mi hermano Celso, sacaba fuerzas de flaqueza para escarbar en el disco duro de la memoria y escribir unas líneas en recuerdo de un gallego de Xinzo de Limia que cruelmente abandonó este mundo sin poder despedirse de la tierra que le vio nacer. En el transcurso de su dilatada estancia en tierras catalanas, Celso Fausto Dobaño Peláez siempre tuvo a Galicia en su corazón. De nada me servía que le ofreciera que me acompañara a uno de los frecuentes viajes que mis colegas periodistas solemos organizar a precios asequibles (Transcantábrico, Marbella, Madrid, Alcalá de Henares, Menorca, Madeira, Cuba, Turquía, Austria, Alemania, cruceros por el Mediterráneo y por los fiordos del Mar del Norte, etc.). Él, erre que erre, siempre me respondía; “Si aún fuera  a Xinzo…”.

La última vez que visitamos nuestra villa natal, en compañía de mis cuñados Ángel y Enrique, mi hermano Celso no quiso moverse de Xinzo, porque le faltaba tiempo para recorrer todas ‘as rúas’ y saludar a todos los amigos. ¡Son tantas las vivencias compartidas…! De cuando de niños la familia nos desplazamos a Cataluña, de cuando aprendimos a leer y escribir en segoviana escuela, de cuando retornamos a Galicia y de cuando definitivamente volvimos a recalar en El Prat de Llobregat para hacernos cargo del negocio familiar, dejando atrás amigos entrañables y sueños de juventud. Particularmente gratificante resultó el viaje aquel que realizamos a Xinzo mi hermano y yo, acompañados de nuestras esposas e hijos. Fue en tiempos ‘do Entroido’ y alguien muy entrañable, a bordo de un jomeinista tanque de cartón, no paraba de gritar: “¡Por alí, por alá!”.

En más de una ocasión, rememoramos la histórica colleja que nuestro común amigo Dalmiro Castro le propinó a mi hermano Celso cuando el delantero barcelonista Sampedro marcó en el minuto 79 el gol de la victoria blaugrana contra el RCD Español en la final de la Copa del Generalísimo de 1957, disputada en el estadio de Montjuïc. La tardía reacción de mi hermano motivó las risas de la concurrencia al final de la retrasmisión radiofónica del referido partido. Mi hermano y yo fundamos en Xinzo la ‘Peña Barcelonista Antela’, a pesar de que mi padre era un redomado perico (cosas de críos). Y cuando de rapaces jugábamos al fútbol en el antiguo campo de ‘A Seara’, mi hermano hizo suya la jugada de la “Chanca”, que consistía en seguir corriendo para despistar al defensa, dejando atrás el balón. Celso murió en vísperas ‘da Festa do Esquecemento’, pero tu único hermano nunca te olvidará.