Cartas al director

El efecto terapéutico de una victoria futbolera

De un tiempo a esta parte ando un poco pachucho por culpa de un puñetero proceso catarral que todos los años me toca las narices y que me forzaba a suspender algunos compromisos que tenía contraídos; como la asistencia a la entrega de los ‘Premis Ciutat del Prat’, una gala a la que estaba invitado por ser miembro del jurado. Asimismo, me veía obligado a mirar a distancia la festividad de Sant Jordi, además de no poder participar en una de las tertulias de radio de la ciudad en la que vivo. Pero lo que no me perdía era ver por la tele el último partido del siglo, el Madrid-Barça. Un match que ganaban los culés por un premonitorio 2-3. “Si tenemos en cuenta que Sant Jordi es barcelonista de toda la vida, el resultado no podía ser otro que un 2-3, ya que el partido se jugaba, precisamente, un 23 de abril”, sentenciaba sin ruborizarse mi amigo (“El Cínico”).

Recuerdo que el día que se entroniza el libro y la rosa en Cataluña, estaba bastante zombi e, incluso, se me había olvidado tomar parte de los potingues que me había recetado mi doctora de cabecera; pero sucedía que al final del referido partido de fútbol notaba que se me había disparado el nivel de bilirrubina y la perruna tos se había adormecido como por arte de magia.

Fue entonces cuando mi hija Carlota (que de eso sabe bastante más que yo) me comentaba que la victoria blaugrana había tenido un efecto balsámico sobre mi resquebrajada salud. Bromas aparte, la cierto es que nunca he disimulado mi afición por el Barça y también por el Celtiña, porque, aunque nacido en Galicia, llevo viviendo en Cataluña un montón de años, y en Madrid, no se me perdió nada.

Al hilo de los beneficiosos efectos terapéuticos que pueden provocar las pequeñas alegrías, me permito recomendar a todos los prebostes que recientemente han entrado en la trena (Ignacio González, Jordi Pujol Jr., etc. etc.), que se acostumbren a metabolizar positivamente, eso, las cosas buenas de la vida A propósito de esta cuestión en concreto, me imagino a todos los ilustres huéspedes de la llamada ‘jaula de oro’ de Soto del Real jugando al Monopoly para así mantener viva su compulsiva pasión por el maldito parné. Y antes de poner punto y final a esta nueva entrega epistolar, desearía felicitar a mis paisanos del Museo da Limia, que han inaugurado una colorista exposición de más de 200 figuras de rana; una iniciativa que nada tiene que ver con esas otras ‘ranas’ que han dejado en la estacada a Esperanza Aguirre.