Cartas al director

Don Nicolás

Una de las cosas que más me han sorprendido del “afaire” del pequeño Nicolás que tanto interés ha despertado en los últimos tiempos, es que su abogado, en una entrevista en televisión, se refería a él llamándole Don Nicolás

Tengo que reconocer que este tratamiento a un chaval de veinte años me dejó impresionado. No es fácil conseguir que te traten así en una sociedad como la actual en que se ha perdido el respeto a todo. A las leyes, a la religión, a los padres, a los profesores, a todo y a todos. Por otro lado, no me sorprende demasiado lo que está pasando ya que, en una sociedad que ha estado presidida, no por unas normas objetivas que son las que te pueden meter en la cárcel porque te han descubierto una cuenta en Suiza, sino por unas leyes morales y religiosas, sobre todo católicas, en las que el castigo era ir al infierno.

El problema está en que ahora el personal no cree en el infierno ni en el purgatorio, de la misma forma que el Sr. Mas no cree en la Constitución, con la diferencia fundamental de que, en una sociedad laica, la religiosidad es opcional, pero las normas en que se basa nuestro Estado de Derecho no lo son, ya que gracias a ellas podemos circular, incuído el Sr. Artur Mas, por las calles porque la gran mayoría de los conductores respeta el código de la circulación, va por la derecha, y se detiene ante un semáforo en rojo. Dormir tranquilamente en nuestras casas porque, al menos de momento, no las bombardean, y si el Sr. Artur Mas se encuentra un okupa en su vivienda que “razona” que él, el okupa, no cree en la ley que ampara al registro de la propiedad y, por lo tanto, seguir en su casa, puede llamar a la policía para que se lo lleven; todo ello, gracias a las leyes que utilizamos las veinticuatro horas de todos los días, seamos católicos, judíos, o budistas.

Tal vez no sea casualidad que las sociedades que están, o que han estado hasta hace muy poco, como es nuestro caso, bajo el manto protector de una religión, la que sea, son las más corruptas. Podemos decir que cuanta más religión, más corrupción, no digamos ya en aquellos siniestros lugares en que se mata, viola y secuestra a la mayor gloria del Alá de turno. Las religiones, todas, en general, se fundamentan en una serie de privilegios, que también podemos llamar milagros, que afectan a unos cuantos, generalmete, mediante intermediarios. ¿Les suena?. Lázaro “andó” gracias a su hermanita que era amiga de Jesús, de los otros muertos que estaban por allí, nada se supo. El que tiene padrino, se bautiza. En nuestra religión, los milagros, exorcismos, demonios, cielos, infiernos y creo que purgatorios, siguen en vigor. Curiosamente el limbo, que era la “estancia” que yo más entendía, la han dado de baja oficalmente. No hay cosa más parecida que hacer una ofrenda a un santo, o una santa, para que tu hijo apruebe unas oposiciones, aunque en algunos casos exija un milagro, que pedirle al jefe de la Diputación o del Ayuntamiento que te lo coloque. He aquí el germen de la corrupción

No puedo evitar asociar las andanzas del pequeño Nicolás con el gran Don Nicolás Franco Bahamonde en aquellos oscuros tiempos en que los conseguidores no tenían que disimularlo ni que mentir, te daban un estanco, una farmacia, una lotería, un coche... la vida, llámese Nicolás, Arburúa, Bordiú o nuestra entrañable, eficacísima y amiguísima de su Excelencia, paisana de Allariz, Paquita Rumbao. Que los dioses la bendigan.