Opinión

Abrirse de pìernas

La CUP, ese partido catalán tan preocupado siempre por problemas sociales de gran calado, ha lanzado una campaña para que en los transportes públicos ciertos hombres pierdan la nefasta costumbre que tienen de sentarse con las piernas abiertas, invadiendo parte del espacio de los asientos adyacentes. Algo que la CUP califica como "una forma más de violencia machista y un acto de dominación".

En principio no me parece mal ya que no solo mujeres sino también muchos hombres tenemos que sufrir a menudo semejante falta de respeto, cortesía y sentido común de esos ciudadanos espatarrados. Eso sí, lo de violencia machista y acto de dominación no lo entiendo. Un tipo que se sienta así en un autobús o en el metro es como el que llena el suelo de envoltorios de caramelos, "se olvida" la botellita de agua mineral vacía en el asiento o, graciosamente, deja un chicle pegado en el borde de la ventanilla. Mala educación sin más. Algo que, y ahí sí coincido con la CUP, hay que intentar corregir.

Pero yo también tengo algo más que señalar al respecto sobre ese tema. Por ejemplo, una vez viajé en un autobús con una chica a mi lado que se pasó todo el trayecto haciéndose tranquilamente las uñas, con acetona (ya saben cómo huele), lima, esmalte rojo pasión y todo lo demás. O con otra que ocupó los dos asientos al otro lado del pasillo junto al mío, y en un alarde de espontánea libertad personal se echó una santa siesta con sus zapatillas Nike cruzando el pasillo por el aire y a solo unos centímetros de mi. Y eso por no citar a quienes aun hoy siguen hablando a voz en grito por el teléfono todo el rato. Quedan muchos y muchas, seamos paritarios, así.

Los de la CUP parecen ignorar que los hombres tendemos a abrir las piernas por una razón poderosa. Otra cosa y ahí también estoy de acuerdo, es que debamos juntarlas en ciertas circunstancias para no molestar. A mí la campaña de la CUP me ha hecho reflexionar en serio sobre un asunto tan trascendente. Yo las próximas navidades le voy a escribir una carta al rey Gaspar que dificilmente podía juntar las piernas en el camello, para que les traiga a todos los miembros de la CUP uno de aquellos jueguecitos tan instructivos que nos dejaban los Reyes Magos cuando yo era un crío: "El cuerpo humano", se llamaba. ¿Lo recuerdan? En una bonita caja venían dos muñecos desmontables de plástico, chico y chica, que nos descubrían el esqueleto, los órganos internos, la musculatura y también la apariencia física externa de un hombre y de una mujer.

Y como este tema no da más de sí, lo dejo. Otro día les hablaré de Lluis Llach que no es de la CUP sino de Junts pel Sí, y que en su largo periplo en lugar de a Itaca ha llegado por fin al País de Nunca Jamás.

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