Si ha habido un actor en el cine español de calidad extraordinaria, personalidad arrebatadora y estilo personalísimo, ese sin lugar a dudas ha sido José Luis López Vázquez.
López Vázquez nos ha acompañado a los españoles a lo largo de toda una vida y no se concibe el cine español de la segunda década del siglo pasado sin su presencia.
Curiosamente, comenzó en la industria del cine como figurinista y ayudante de dirección, para pasar a pequeños trabajos como actor, siendo Luis G. Berlanga el que le dará la oportunidad de destacar en Esa pareja feliz, 1951, y Novio a la vista, 1953. A partir de entonces comienza a aparecer asiduamente en papeles secundarios, a razón de dos o tres películas por año. En 1957, hace la increíble cifra de siete películas, entre las que están Madrugada de Antonio Román, Los jueves milagro de Berlanga o El inquilino de Nieves Conde.
En la década de los 60, siendo ya uno de los actores más famosos de nuestra filmografía, sigue ese ritmo desenfrenado de seis y hasta diez películas por año, algo impensable en la cinematografía nacional por falta de producción y, por lo tanto, de trabajo para los actores.
Es difícil destacar a López Vázquez en alguna película porque en todas ha estado magnífico, pero, como siempre, hay títulos que por la calidad de la propia película hacen que los actores queden en nuestro recuerdo, y esto pasó con títulos como Plácido de 1961, El verdugo de 1963, Peppermint Frappe, El bosque del lobo o Mi querida señorita.
José Luis L. Vázquez recibió una oferta importante de Hollywood que desestimó, al ofrecerle George Cukor, el gran director norteamericano, trabajo después de dirigirle en Viajes con mi tía en 1972. López Vázquez reconoció que había renunciado a la oferta porque era muy apegado al ambiente del cine español y además tenía una enorme pereza idiomática.
Con la desaparición del protagonista de Atraco a las tres, en 2009, el mejor epílogo para él, hoy y siempre, será ver sus películas y comprobar su enorme calidad interpretativa.