Opinión

El populismo gana en Holanda

Geert Wilders, ganador de las elecciones en Países Bajos.
photo_camera Geert Wilders, ganador de las elecciones en Países Bajos.

Preocupa que partidos de centroderecha adopten importantes temas de los ultras

El primer ministro húngaro, Viktor Orban, echóo mano de la lírica para felicitar al populista y euroescéptico Geert Wilders por haber ganado las elecciones holandesas el pasado miércoles, 22 de noviembre. Calificó el relativo éxito electoral del Partido por la Libertad de Wilders (PVV) como un maravilloso temblor de tierra, un terremoto electoral con el que entra el viento del cambio en el país. Califico de “relativo” el éxito electoral de Geert Wilders ya que no tendrá fácil la formación del Gobierno, si es que lo consigue, porque logró 37 diputados de los 150 que componen el Parlamento, lejos de poder formar gobierno y para formarlo tendrá que acudir a una compleja coalición.

Es cierto que el triunfo de un partido de extrema derecha en los Países Bajos y el cambio de mayorías en La Haya supone un duro golpe para el funcionamiento habitual de las instituciones europeas confrontadas en estos momentos a grandes desafíos como son la guerra de Ucrania, el conflicto árabe-palestino, el ascenso de China a gran potencia mundial y en el horizonte la posible victoria del machirulo (es la primera vez que utilizo esta palabra recién incorporada al diccionario por la Real Academia de la Lengua) de la política mundial, Donald Trump, con su corte de extravagancias ultras.

Los próximos días 14 y 15 de diciembre se reunirán en Bruselas, los presidentes y jefes de gobierno de los veintisiete para tomar decisiones estratégicas como las de abrir o no negociaciones para la adhesión de Ucrania y los presupuestos bianuales con el fin de dispones de los 50 millones de ayudas a Kiev, desde ahora hasta el 2027.

El ganador de las elecciones holandesas Geert Wilders hizo campaña sobre estos dos puntos en las pasadas elecciones, manifestó que reduciría sensiblemente las contribuciones de Holanda al presupuesto europeo y que se opondría a la incorporación de nuevos países. También ha dicho que se opondría a las reglamentaciones comunitarias sobre la agricultura y la pesca, asimismo manifestó que no colocaría las banderas de la Unión Europea en los edificios públicos del país, incluso evocó la posibilidad de un Brexit, en este caso un “Nexit” holandés o lo que es lo mismo, salirse de la Unión Europea.

No cabe duda qué la victoria de Wilder cayó como un granizo despiadado en Bruselas, que llega un año después de la victoria de Giorgia Meloni en Italia y dos meses después del triunfo de Robert Fico en Eslovaquia, aunque conviene decir que en Polonia, una coalición proeuropea liderada por Donald Tusk logró arrebatar el poder al partido de ultraderecha Derecho y Justicia (PIS) y en España la izquierda logró frenar a la extrema derecha de Vox aliada con el Partido Popular, pero en el horizonte preocupan los ritmos crecientes de los partidos de ultraderecha en Europa. 

Preocupa que partidos de centroderecha adopten y asimilen importantes temas de los ultras cayendo en ellos como en una tentación irresistible. Lo acabamos de ver en Holanda con toda claridad. Al primer ministro Mark Rute le sucedió al frente del partido Liberal (VVD), Dilan Yesilgoz que se posicionó durante la campaña mucho más a la derecha que Rute centrando la temática de sus intervenciones en el tema de la emigración, un asunto altamente sensible en Holanda y donde los extremistas de la ultraderecha se mueven como peces en el agua. El partido liberal perdió 10 diputados, pasando de 34 a 24. Otro error fue dejar entrever que tienen la intención de aliarse con ellos en un futuro calendario poselectoral. Los resultados reflejaron lo evidente que estaban abiertos a plantear alianzas con los extremistas. Llegando incluso el pasado agosto a formular una posible coalición con Geert Wilders. Una forma de blanquear y legitimar a los extremistas del Partido por la Libertad. El resultado de estos cambalaches fue que muchos electores del Partido Liberal dieron su voto a los extremistas de derecha.

Por su parte, el señor Wilders hizo lo contrario que el candidato liberal Yesilgoz, bajando muchos decibelios la radicalidad de sus discursos, especialmente contra la emigración árabe. En un principio hablaba de eliminar las mezquitas y prohibir el Corán para terminar diciendo que dejaría las mezquitas abiertas y la libre circulación del Corán. En los últimos debates su discurso era conciliador, asegurando que cuando fuera primer ministro gobernaría para todos, sin distinción de clase, de creencias o de origen.

Analizando la tumultuosa política holandesa dudo que Geert Wilders sea el primer ministro del país. Tendremos que esperar varios meses de duras negociaciones para saber quién ocupará ese cargo, creo que no se llamará Wilders. Es mi opinión.

En el variopinto y sonoro mundo de la ultraderecha, no todos cabalgan los mismos caballos ideológicos, cada uno apuesta por causas y motivos diferentes. Los holandeses apuestan por la xenofobia y el rechazo visceral al diferente; los polacos del PIS se encuentran en su salsa recuperando ideas medievales sobre los derechos de las mujeres y de los homosexuales. Un catolicismo anclado en el concilio de Trento; Vox pone su acento en los temas territoriales, les molesta la variedad de España y también el creciente empoderamiento de las mujeres, llegando a negar los crímenes machistas en nuestra sociedad; en Italia Meloni ahora apoya a la OTAN, a Ucrania y no le disgusta estar en la Unión Europea, al contrario de lo que defiende la señora Le Pen al plantear un alejamiento de la Alianza. Otros como Milei en Argentina se mueven en la astrología del disparate. Veremos lo que hace cuando se enfrente a los problemas de gobierno.

Los populismos cuyo pulmón inspirador fue Trump y lo sigue siendo, quieren resolver problemas complejos con soluciones simplistas.

Te puede interesar