Opinión

El infierno son los otros, y ellos, el paraíso

Empecé a ver una serie de televisión hecha en Norteamérica. Se titula "Sucesor designado", en sustitución del original en inglés "Designated survivor", en una traducción de la que se podría decir aquello de "mejorando lo presente" pues el protagonista, Kiefer Sutherland, interpreta el papel no tanto de un superviviente, pues hay muchos más que él, sino el de un sucesor del presidente que lo es por haber sido designado a dedo. 

Dije que la serie está hecha en Norteamérica y dije bien. Canadá está en América del Norte, incluso algo más al norte que los Estados Unidos de América del Norte, y solemos olvidarnos de ello, confundiendo el todo con la parte, del modo que un petulante calificaría como sinécdoque. El caso es que la serie se rueda en Toronto aunque más de un espectador de la serie se pregunte si donde realmente está rodada no será en la Casa Blanca.

La verdad es que estamos algo jilipollas este verano en el que "a los de la tele" les ha dado por la terminología inglesa a  todas horas y hay que ver lo bien que pronuncian show y lo mal que pronuncian Sanxenxo… cosas de la poca memoria que algunos guardan del angazo, ya saben, aquel rastrillo que nadie sabía cómo se llamaba hasta que alguien indicó que, para recordarlo, debería ser pisado por la parte del peine de modo que el mango. Así se hizo y, al primero que lo hizo, el mango se le vino encima, se le estampilló en las narices y le hizo recordar el nombre exclamando de inmediato: "Carallo pró angazo!" con lo que la duda quedó resuelta.

El caso es que la serie comienza con un atentado terrorista que se lleva por delante a todos los congresistas y senadores estadounidenses, a todo su gobierno, y a toda su cúpula judicial; es decir, se cargan el Capitolio cuando los tres poderes están reunidos en él. En tales ocasiones, en las que se produce esa u otra reunión equivalente, el presidente elige a un sucesor que permanece oculto en un búnker por si ocurriese la masacre y para que el país pueda seguir funcionando. 

El elegido en este caso es un miembro oscuro del ejecutivo, un arquitecto que se ocupa de las viviendas y del medio ambiente, alguien carente de ambición política alguna, que accede al cargo llevado de su amor al pueblo y de la mano de su patriotismo, de modo que va a dar un presidente como nadie se esperaba que saliese. Bueno, carismático, una especie de santo varón angelical que siempre da las gracias e incluso, en ocasiones da algún que otro puñetazo encima de la mesa.

Como, a estas alturas de mi vida, ya me aburrieron las tertulias, los más de los tertulianos, los programas de debate, las entrevistas a políticos, los telediarios e incluso los programas de cultura, que suelen ser un coñazo, ya llevo visto bastantes capítulos de esta serie y puedo hacerles a ustedes algunos comentarios incluso a riesgo de que no les interesen y opten por escuchar al Marhuenda, al Inda o a cualquier otro por el estilo. Allá ustedes. Servidor usa la tele para ver películas y series o los programas de animalitos del Natural Geografic, incluidos los de la Segunda Guerra Mundial o los de los Jemeres Rojos, gracias a los cuales no ocupamos el primer lugar del mundo como país con mayor número de fosas comunes y productor de ocupantes designados, como consecuencia de un conflicto civil armado y bien armado.

Después de haber visto tantos capítulos como vistos llevo, no sé si la intención de los guionistas, excelentes guionistas desde luego, es la de contarnos como les gustaría que fuese el presidente de los EEUU o la de convencernos (tampoco lo sé) de como es o de cómo puede o cómo debería ser. Una joyita.

El caso es que, según voy viendo cómo toma decisiones, el modo en el que afronta las sucesivas crisis que va superando, siempre con éxito, el en principio tan denostado superviviente designado para la más alta magistratura de los Estados Unidos, se me va materializando, es decir, se me va haciendo casi físicamente presente la del actual mandatario yanqui, ese señor con el pelo color naranja, que, ya es casualidad, tanto me recuerda al Naranjito. La realidad y el deseo.

Lo que sí parece estar claro es que los Estados Unidos tienen una administración no solo controlada por los poderes del Estado sino incluso auto controlada por una serie de normas que le permiten la eficacia colectiva de la que disfrutan; tanta que, hasta un presidente como el actual, no solo no es capaz de impedir que el sistema funcione sino que este lo sigue haciendo de modo que, a día de hoy, el pueblo norteamericano goza de una bonanza económica como la que al parecer hacía años que no poseía. También está claro, al menos en la serie, la gran cohesión social alcanzada. Gentes de distintas razas, e incluso opuestas religiones, conviven en la gobernación colectiva que la serie nos ofrece. Si Sartre afirmaba que el infierno son los otros, los yanquis empiezan a convencernos de que ellos son el paraíso. Al menos lo intentan. Ojalá el mundo, que es tan feo, pueda ser remodelado del modo que la serie nos ofrece, a pesar de lo mucho que nos cueste aceptar tantas dosis de bondad e inteligencia; pero al menos son los mejores, nadie lo duda, a la hora de hacerse propaganda y convencernos de que la democracia es buena… algo que buena falta nos va haciendo en estos tiempos tan revueltos que vivimos.

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