Opinión

Con la grulla llega el frío

Confieso que no me fío un pelo de esa grulla de porte altivo y blanco penacho que también pudiera ser una garza, si uno sólo atendiese a este, al penacho, y se olvidase del entorno gris que ofrece su figura, altiva y circunspecta a un tiempo, distante y fría como la de un ave de invierno. No me fío ni un pelo de esté animal político hembra que responde al nombre de Christine Lagarde y vuela en las alturas del FMI sin que la alcance el halcón como puede éste alcanzar a cualquier garza, la del esbelto cuello tal que el de Doña Endrina caminando por la plaza. ¿Se acuerdan?: qué cabellos, qué boquilla, qué color, que buena andanza, con saetas de amor hiere cuando sus ojos alza, qué talle, que donaire, que esbelto cuello de garza. Cito de memoria así que disimúlenme los yerros.

El problema de esta renacida Doña Endrina es que posa sus ojos, cuando alza su mirada, esa que otea tan desde lo alto, sobre las almas de quienes ya no están feudalizados y sirven a señores de horca y cuchillo, sino bancarizados y sometidos a los nuevos señores de tarjetas black y rifles que abaten no sólo paquidermos sino esperanzas contrastadas en el día a día cabrón de preguntarse como poder llegar hasta el postrero día de cada semana y semana tras semana; por ejemplo, los griegos.

Es cierto que, si son como nosotros –y no tienen por que ser distintos- han colaborado con sus malos gobiernos colapsando las urgencias, tirando de las ambulancias, llegando con retraso al trabajo y saliendo más bien pronto que tarde. No es mentira que si han hecho como nosotros, que hemos confundido la enseñanza gratuita con el abaratamiento de estas a las clases más pudientes, también se han equivocado y que su equivocación ha ayudado al desastre colectivo. Esto por poner tan sólo un par de ejemplos; porque hay más y todos los conocemos.

Con todo y con ello han colaborado a que se desatase el pánico en su país como nosotros lo hemos visto y lo estamos viendo campando por el nuestro, por mucho que la economía (dicen) haya mejorado. ¿La de quién? 

Es cierto, la crisis la hemos desatado entre todos, pero más, mucho más unos que otros. ¿Quiénes la estamos pagando? ¿Los banqueros? No, a no ser que los estemos confundiendo con los bancarios. Diez mil de ellos, sólo en Galicia, son los se han visto desplazados.

Mientras todo esto estaba sucediendo, allá en las alturas centroeuropeas, políticos como la señora Lagarde que, ya se dijo, tiene la desenvoltura de una garza, ensayaban vuelos rasantes con los que peinar incautos ciudadanos que creyeron en Europa sin darse cuenta de que esta no consiste tan sólo en una moneda única sino también en una fiscalidad compartida, en unas leyes elaboradas entre todos, en un proyecto que no malignice siempre a los mismos de siempre, los griegos incluidos.

Es posible, es casi seguro que los griegos, como nosotros, se hayan equivocado en no se sabe ya en cuántas y en cuáles ocasiones. Es casi seguro que la corrupción económica haya resultado letal. La pregunta es si la corrupción política y moral, padecida por la Alemania del Tercer Reich, no significó impedimento alguno para que países como Grecia y como España le prestasen a los germanos parte del dinero que les ayudó a salir de la grave crisis provocada por el nazismo, también de la guerra mundial causada por este, y para que, una vez pasado el tiempo y cumplidos los plazos, esa deuda les fuese perdonada del mismo modo que lo sería la causada por la integración de la Alemania Oriental en el común ámbito europeo, no podrá ser ahora la corrupción económica y política griega objeto de idéntica consideración y semejante trato. ¿Por qué no?

¿Quizá porque en los aires bruselenses pululan demasiadas aves de altos vuelos y miradas cortas? Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, dijo que el rechazo de Grecia a las propuestas que se le hicieron solo merecen la opinión de los otros dieciocho que se condensa en la expresión “lo lamentamos” y que ya no son posibles más negociaciones o conversaciones al respecto. ¿Cómo que no? ¿Es que no cobran por eso o es porque Europa no es de los Europeos sino de los componentes del Eurogrupo?

Con independencia de que cuando estas líneas salgan publicadas se hayan buscado y ojala encontrado soluciones a la situación que en el momento de ser escritas continúan planteadas, es de desear que declaraciones como las de este caballero -que, no sé aún por qué, me recuerda a un colibrí libando el néctar de unas flores que no le pertenecen, mientras permanece en suspenso cerniéndose sobre ellas al tiempo que se mantiene al pairo valiéndose de su propia cola; ya saben, las plumas timón y todas esas historias-hayan empezado a encontrar entra la ciudadanía europea la cumplida respuesta que merecen.

Lástima que el colibrí no sea especie perteneciente a nuestra propia fauna. La grulla si lo es y por eso el refranero nos advierte de que, cuando veas grullas en el cielo, echa carbón al brasero porque el tiempo vendrá frío. Y qué tiempo, pues tiempo grullero, tiempo marrullero. Tiempo pues, si no estrictamente de aves sí de pájaros de mucho cuidado y mimo dedicados a promulgar directivas que más parecen invectivas lanzadas contra una inmensa mayoría de ciudadanos europeos en beneficio extremo de una minoría de banqueros de cuya influencia que, dado el lugar hasta donde hemos sido traídos, nos va a resultar muy difícil que podamos sustraernos. Por eso carbón al brasero y leña al fuego, cada vez que leamos declaraciones que evidencien que no piensan en nosotros, sino tan sólo en ellos, en los políticos europeos que sí son una casta inalcanzable y distante puesta al servicio de intereses que non son los comunes y nuestros, sino lo que ya todos sabemos.

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