Opinión

La ciudad que nunca duerme

En literatura la imagen de la ciudad conquistada, escribe Dionisio Cañas, se confunde con la mujer, igualmente conquistada, como hemos visto en otras ocasiones, por el amor. Y establece un contraste entre guerrero y campesino, armas y herramientas, hazañas y labores del campo. Surgen las imágenes urbanas de la otra vida: la ciudad del paraíso (La ciudad de Dios de san Agustín) y la ciudad del Inferno (Divina comedia) de Dante.

Inmundicias y olores se asocian con la ciudad barroca: olores, colores, esquinas sombrías, callejuelas, personajes embozados, siniestros. Al filo de la media noche se vaciaban desde el alto del balcón los orinales al grito de “¡agua va!”, avisando al viandante de la grotesca descarga, desde los “aposentos colgados de alfileres”, en boca del Marqués de Villamediana. Fija la ciudad sexual en el soneto “A unas fiestas que hizo la villa de Madrid”: “piernas, ventanas, calles no vacías/ enjambres parecían de personas”. La ciudad como ruina moral. Quevedo se hace eco en el famoso soneto: “Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes, ya desmoronados”.

En los albores del siglo XIX, la ciudad romántica se asocia con el despertar de la revolución industrial, la alienación, la opresión: entre los que tienen (The haves) y los que no tienen (The have nots). Formó parte del Manifiesto comunista de Karl Marx: la explotación del ser humano por el capital. Se instala la imagen de la ciudad como cárcel. Sus habitantes como esclavos. Desde su barrio de Brooklyn Walt Whitman observa, frente a la isla de Manhattan: “Yo he caminado también por las calles de la isla de Manhattan y me he bañado en las aguas que la circundan” (...).

Ya entrados en la modernidad, el salto del siglo XIX al XX, Nueva York representa la ciudad capitalista por excelencia. La interacción social está vista en función del dinero y de la productividad. El capitalismo asocia progreso, expansión, llegada masiva de inmigrantes, violencia y enfrentamiento de etnias, culturas y lenguas: italianos, latinos, rusos, irlandeses. Asignados por barrios y hasta por guetos. Ausentes de espiritualidad, sin raíces. El film Roots es la gran metáfora de la búsqueda de una identidad vacua desde el trágico desarraigo: la esclavitud. Un origen y un nombre perdido.

Durante mi estancia en la ciudad del rio Hudson, como profesor en la prestigiosa Columbia University, recién doctorado en lenguas románicas por Yale, viví cautivado por esta ciudad que, de acuerdo con Frank Sinatra, en su famosa canción “New York, New York”, “no duerme” (a city that doesn’t sleep). Aprovechando los fines de semana, pateé con frecuencia el centro de Manhattan. La estación del metro con el nombre de la universidad, cercana a nuestro apartamento, facilitaba el desplazamiento. Park Avenue era la caminata preferida de vuelta. Partía desde la calle 116, Quinta Avenida, Calle 42 con vuelta al Upper West Side. Quería sentir el impacto que la gran metrópolis había causado en escritores representativos de las letras hispánicas. Desde el cubano José Martí a Ramón Jiménez (Diaro de un poeta recién casado), al celebrado nicaragüense Rubén Darío, al inmortal García Lorca y cerrando la lista la voz de José Hierro en su libro Vuelta.

Eugenio Florit, destacado poeta cubano, amigo de Juan Ramón Jiménez, a quien conocí como colega (enseñaba en Barnard College, asociado con Columbia University) me pasó su último libro de poemas, con titulo sugestivo: Versos de un hombre solo. Incide en los manidos tópicos sobre Nueva York: múltiples razas y culturas, injusticia social, materialismo, dinero, soledad, violencia, marginalidad, esclavitud. Un complejo decorado de signos. Ciudad escrita y continuamente re-escrita. Rótulos que exhiben grandes epígrafes y sugestivos grafftis. La escenografía en piedra de la ciudad romana, observa Italo Calvino, se transforma en una escenografía de palabras, de luces, de colores, de dibujos humanos, de objetos múltiples.

Seductiva, visual, signos en continua rotación. Vigía de su identidad: un cuerpo urbano cuya arquitectura esta en continuo movimiento. Lo que antes fue (Torres Gemelas) ya no es ahora.

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