Opinión

Fidelidad

Soy fiel espectador de ‘La 2. Noticias’ desde los comienzos. Lo seguí en los inviernos del 94 y 95 cuando iba a las ocho de la tarde, también en aquellos años en los que ocupó el ‘prime time’.


En esos años dije una y mil veces que a las diez de la noche, si buscábamos y comparábamos, estaba claro que no había nada mejor. También ahora, al cierre de la jornada, es el epilogo televisivo más adecuado, con independencia de que a lo largo del día se haya asistido a otros informativos. Incluso si se viene de ‘La noche en 24’ y de la tertulia con Vicente Vallés. ‘La 2 Noticias’, en ese caso también, es un buen broche.


Siempre tuve presente que seguir las cuatro entregas semanales de este espacio no ocupaba más que hora y cuarto de una vida. Menos que una película. Menos que el capítulo de una ficción nacional. Lo mismo que los minutos de publicidad que consume un espectador medio que tenga encendido el televisor entre las nueve y las doce de la noche. Por eso grabé sistemáticamente las cuatro entregas de ‘La 2. Noticias’ mucho antes de que vinieran los tiempos de Internet y televisión a la carta.


No, lo siento, las primeras no las grabé. Aquel 1994 estaba exiliado en un pueblo ejerciendo de maestro, y no había necesidad de grabarlas, porque Fran Llorente y Lorenzo Milá eran mi mejor compañía. El único ‘qué tal’ cálido que escuchaba por las noches.


Seguí el especial de los quince años con la emoción de un espectador fiel convencido. Pero eché de menos a Íñigo Herráiz. Se le vio de refilón. Pero él, editor y alma, tan poco dado al exhibicionismo, prefirió estar en segundo plano. Íñigo. Siempre en la sombra.



Te puede interesar