He leído con la mayor satisfacción que la asamblea autonómica de Cruz Roja le había impuesto la Medalla de Plata de la Institución a Miguel Ángel Estévez Valle, directivo durante muchos años y más tarde presidente durante ocho de la Asamblea Comarcal de Valdeorras. He tenido el honor de proponerlo en su día para regir los destinos de la ONG en la Comarca. Le conozco desde niño y su trayectoria de ayudar le viene desde que era montañero, de muy joven, o sea, desde hace muchos años. Y esa labor al frente de clubes deportivos, brigadas de Protección Civil y Cruz Roja, le ha hecho merecedor de esta distinción que acaban de imponerle.
Miguel Ángel está siempre allí en donde se hace necesario. Y lo está sin que nadie se lo pida. Dados sus muchos conocimientos en materia de socorrismo y salvamento, me constan acciones importantes de riesgo. Y lo que valoro más en él: después de hechas a plena satisfacción, pasa a segundo término, sin protagonismo alguno, y en ocasiones desaparece para no recibir parabienes. No dio nunca importancia a medallas y parabienes y esto es lo que más lo engrandece. La modestia es una de sus virtudes más acusadas, algo de lo que pocos podemos hacer gala.
En los años en que teníamos la responsabilidad del transporte sanitario, Miguel lo era todo: responsable de mantenimiento de vehículos, organización de los turnos de guardia, botiquines, emisora... Lo era todo y, repito, con la máxima discreción, sin ostentación alguna, rehuyendo homenajes o parabienes. ¡Qué justo es que esta acción desinteresada, humanitaria y social, le haya sido reconocida. Ojalá sirva de ejemplo a quienes continúan la labor impagable de Cruz Roja
