Opinión

Destruyen todo lo que tocan

El pasado miércoles, el Congreso de los Diputados se convirtió en escenario de "insultos y escupitajos", ofreciendo a toda España un espectáculo pueril y bochornoso. Parece que al salón de plenos del Concello de Ourense le salen imitadores. De pena. Así es la peor clase política jamás conocida, la nuestra. El último y nefasto episodio lo hemos podido comprobar en vivo y en directo en el Tribunal Supremo, donde el candidato pactado por el PSOE y el PP para presidir el Consejo General del Poder Judicial, Manuel Marchena, anunció el martes anterior que renunciaba a presidir el órgano de gobierno de los jueces. Un pacto vergonzoso que deja de manifiesto que la independencia de los poderes públicos únicamente es una utopía que nos quieren vender como verdad ejemplarizante. Y la guinda final la pone un portavoz en el senado del Partido Popular con unos wasaps que dan verdaderas náuseas y que nos dice a las claras en qué lamentable estado se encuentra esa formación política. 

Pero aquí no finalizan los despropósitos de estos elementos, ya que, según un reciente estudio del EAE Business School, somos el undécimo país del mundo con mayor endeudamiento público, con los riesgos que ello conlleva. Lo que debíamos a cierre del año pasado era la pasmosa cantidad de 1,14 billones de euros, una cifra que se ha duplicado en apenas una década y que equivale a unos 24.600 euros por españolito, por si alguien aún piensa que esta deuda no va con nosotros. Esta es la maravillosa gestión de lo público por parte de estos individuos. 

Precisamente la nula gestión de lo público, la irresponsabilidad de nuestros actuales gobernantes y la desidia de muchos de ellos, explican, entre otros motivos, que en Ourense, organismos como Cáritas manifiesten recientemente que las ayudas se han tenido que multiplicar por cinco en los últimos años.

Cientos de familias en riesgo de exclusión social que sufren en sus propias vidas el injustificable colapso de los servicios sociales municipales, lo cual deriva en largas listas de espera que pueden llegar a demorarse meses y meses. También nos dice Cáritas que ha emergido el perfil de los trabajadores que no pueden hacer frente a los gastos básicos del día a día. A lo que hay que sumar el importante incremento de personas que viven en la calle. Y lo más doloroso, el colectivo de personas mayores, pensionistas que no pueden sostenerse económicamente con su prestación de jubilación. Y para finalizar con este terrible e incomprensible escenario, la puntilla viene de un comedor social que, según la versión de las propias trabajadoras sociales, "sale adelante gracias al trabajo desinteresado de multitud de voluntarios, desde personas adultas hasta niños o adolescentes". 

Y mi pregunta es, ¿pero dónde está la administración más cercana a los que aquí vivimos, los ayuntamientos? Pues el de mi ciudad, Ourense, de selfies para variar. Esto es la realidad real que unos pocos no quieren ver en nuestra sociedad, de pena. Ourense, por desgracia, no es únicamente el glamour de la calle del Paseo. Soluciones a los problemas y menos incompetencia e hipocresía.

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