Opinión

¿En manos de quién estamos?

No voy entrar a analizar el discurso demagógico, repleto de hipocresía a raudales, del señor Puigdemont en el día de ayer porque sería perder mi tiempo y el de ustedes. Pero sí me formulo muchas preguntas en un día aciago para todos aquellos que creemos en la legalidad vigente, la convivencia, el diálogo, el respeto y defendemos, sin ambigüedades, la unidad de España.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Quiénes han sido los responsables directos, de uno y otro lado, que nos han arrastrado irresponsablemente hasta este lamentable momento de nuestra convivencia y de nuestra historia? ¿Cómo hemos sido -la sociedad en su conjunto- tan permisivos y conformistas ante lo que todos veíamos venir? ¿Por qué tanta ansiedad en practicar la autodestrucción colectiva?

En conciencia, no es justo para el conjunto de los ciudadanos que venimos de sufrir la peor crisis económica de las últimas décadas -y que aún la sufrimos en la economía doméstica y empresarial-, que después de cientos de miles de desahucios, del cierre de cientos de miles de empresas y comercios, de millones de españoles engrosando las listas de desempleados, de cientos de miles de familias que lo han perdido prácticamente todo, de millones de españoles que han visto cómo su pérdida de poder adquisitivo impactaba brutalmente y negativamente en su calidad de vida, que ahora, el fanatismo ciego de dirigentes prehistóricos y de instintos primitivos, nos sitúe en un marco de confrontación y violencia social como no se recordaba desde los tiempos más tétricos de nuestra historia como país.

No sólo han generado inestabilidad económica y social, también se han cargado de un plumazo el inicio de recuperación que se empezaba vislumbrar y nuestras perspectivas de futuro a corto plazo. Todo ello aliñado con una proyección internacional de inseguridad e incertezas que no presagian nada bueno. No es justo, no lo es, en un país donde la desigualdad social ha escalado a máximos históricos desde el inicio de nuestra democracia.

Pero ya no valen las lamentaciones, ni mirar hacia atrás, sino actitudes valientes, sólidas y frías como el acero. Por ello, como ciudadano español, le exijo al presidente de nuestra nación y a su ejecutivo, una respuesta firme, contundente e inmediata para restablecer la legalidad vigente y nuestra dignidad como nación. Y de la mano de la aplicación de nuestra Carta Magna en su totalidad, sin paliativos, ni ambigüedades ni subterfugios. Exijo la inmediata detención y puesta a disposición judicial de los elementos subversivos que han intervenido en un intento de golpe a la democracia y presunta sedición, al haberse vulnerado desde el Reglamento de la Cámara hasta la Constitución, desde el Estatuto de Autonomía (y con las advertencias de ilegalidad, así manifestada por sus propios letrados, y de todos los miembros del Consejo de Garantías Estatutarias), hasta la Constitución y la legalidad que rige en la Unión Europea. Y una vez concluido este proceso, proceder a la convocatoria de elecciones generales sin más dilación. Serenidad sí, pero firmeza también, ante una situación en la que debemos saber lo que somos y lo que queremos.Y somos españoles de bien, que únicamente queremos vivir en paz, respeto mutuo y armonía en nuestra gran y plural nación, España.

Te puede interesar