Opinión

Nuestro obviado, y sufrido, sector agroganadero

Burocracia, burocracia y más burocracia, hasta el infinito. Burocracia hasta la destrucción total y absoluta de todo nuestro sector primario. Hartos, cansados, asfixados, cabreados, obviados, menospreciados, utilizados, relegados, impotentes... así se siente una gran mayoría de la población rural española que vive del sector primario. Las tractoradas son la expresión y frustración de cientos de miles de familias españolas para las cuales esta última gota -de abandono total y absoluto- ya le ha hecho desbordar el vaso de su paciencia y aguante, porque es ya su pura y dura supervivencia económica. El campo, la ganadería, el rural, la España vaciada están hartos de los desprecios del Gobierno de Pedro Sánchez y de una Unión Europea que ni los entienden ni los comprenden ni los ayudan. 

Los condicionantes económicos, la falta de un cambio de tejido productivo que ayudase a fijar población, la desertización del rural provocada, entre otras cosas, por el abandono de esas entidades financieras que vuelven a dar beneficios de miles de millones de euros, y las erróneas políticas económicas y de territorio aplicadas en todos estos años, solo han contribuido a agravar aún más el problema del vaciado demográfico en el rural de nuestra España. Por esto mismo, y ante la dramática situación que desde hace tiempo vive el sector agroganadero -activo estratégico de nuestra economía-, del que dependen cientos de miles de familias y el futuro de nuestro medio rural, me identifico plenamente con sus reivindicaciones. 

Nuestro país debe apostar de forma clara y contundente por garantizar el futuro del sector agroalimentario para que, definitivamente, se convierta en un pilar fundamental de nuestra economía, que genere la riqueza y el valor añadido necesarios para el bienestar y la dignidad de los productores y sus familias. Ya se han cometidos innumerables errores y despropósitos con nuestra población en los núcleos rurales. Ya es hora de poner soluciones viables y con retorno encima de la mesa ante la cascada interminable de cierres de actividades agrícolas, ganaderas y de un comercio local en el rural que, día sí y día también, se evapora ante la falta de población y lógicamente de clientes. 

En definitiva, un Gobierno de España y una Unión Europea incapaces de resolver los problemas que afectan a los hombres y mujeres del campo, que se están viendo obligados a abandonar su forma de vida y sus costumbres, por lo queda totalmente patente el descomunal fracaso de las políticas equivocadas que se han desarrollado hasta ahora. 

Pero la verdadera oportunidad está en el reto de alimentar a una población europea y sus cambios en los hábitos de consumo hacía una alimentación más sana. Y ese debería ser el potencial de inversión en el sector agroalimentario, lo que fijaría población con empleos estables y de calidad en una España vaciada y con políticos sin visión, lo cual aún agrava más el problema. 

Aunque el rural y la España vaciada lo es cada vez más - sin empleo y trabajo local jamás se fijará población por muchas bonificaciones fiscales que se creen-, sí se puede hablar de una oportunidad de negocio en las parcelas grandes o donde exista la gran asignatura pendiente de nuestro rural, que no es otro que la concentración parcelaria para buscar rentabilidades y oportunidades reales de negocio. Sobre todo a raíz de la crisis alimentaria que padecemos, por lo que podemos nuevamente convertir el rural en una gran despensa de calidad. Pero para eso hacen falta políticos de verdad.

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