Opinión

El abogado Otero Marquina, estudioso de la etapa coruñesa de Picasso; Óscar, un inesperado y servicial

Hablo con Fernando Otero, abogado que fue en el foro ourensano. amante del arte pictórico, experto, sobre todo, de la etapa adolescente y juvenil de Picasso en A Coruña, de la que él estudioso cuando el genio malagueño, alumno del profesor de arte Isidoro Brocos, compartía aulas con una adolescente de la que enamorado. Las clases de Secundaria y Artes y Oficios las recibía en un mismo edificio aún hoy en pie. Fernando me facilita unos datos de la época en la que el genio malagueño firmaba cuadros con las iniciales A/R ( A, de Ángeles, la muchacha que le atraía, y R o P, según, Ruiz o Pablo). De aquella etapa de formación pictórica del pintor del cubismo, algún cuadro en museos en Santiago de Compostela y en la familiar casa que fue, ahora museo de Picasso en A Coruña. Fernando, al alimón con su consorte, sin editarlo en formato al uso, publicó un libro sobre la etapa picassiana en Galicia (1895-1905), impreso en digital que circula por las redes bajo el título de Con Ruiz también hay Picasso. De Pablo Ruiz Picasso, en esta época de diez años, aún se conservan lienzos con la firma, autorizada por su profesor, con las rúbricas AP y PR. De aquella fase coruñesa Ariana Stassinopoulos en su “Picasso creador y destructor” afirma que la patria es aquella donde se abren los ojos, a pesar de fríos, lluvias y vientos, y que ésta es A Coruña, tanto que cuando le recordaban al genio sus estudios y estancia en Barcelona y la más larga y acaso fructífera de París, con frecuencia se remitía: “Mis estudios de Barcelona los detesto, lo de Coruña estaba bastante mejor”. De los cuadros pintados “na cidade do vento”: Escena en el taller del pintor, firma AP, o sea, Pablo y Ángeles Méndez, su enamorada, que tal vez le inspirara su otro cuadro pintado en Barcelona, también firmado con las iniciales PA (Pablo, Ángeles). Fernando Otero, con el aporte de su esposa Mª Paz Alonso, aún sigue investigando sobre el monstruo del cubismo en Coruña y a buen seguro que nos sorprenderán con nuevos hallazgos.

De fortuito encuentro con Óscar, que sobrenombre no precisare para ser reconocido; fue como ese detallista que estaba en todo cuando nosotros socios activos de senderismo en el Club Sto. Domingo en A Derrasa y él encargado del buen funcionamiento de las instalaciones. La breve parada nos dio para recordar y esbozar, desde cuando llamado yo por el presidente Celso Pumar para sustituir al frente del grupo senderista al recordado Willy que lo había llevado durante varios años de aventuras, si se desprendiese tal calificativo de un muy estudiado y minucioso recorrido que las vísperas hacía. Aquellos caminantes sabatinos o dominicales terminábamos a veces almorzando en el Club, comida a la que se llegaba de recompensado estómago porque a medio recorrido matinal aparecía Óscar con cafetera y chocolatera, bica, bocatas de queso y jamón de panes recién horneados que se encargaba de que estuviesen aun calientes.

Era un desparrame que nos sorprendía por inesperado y preciso, por más que en el precio de la comida se incluyese este opíparo desayuno. Y tanto fue así que Óscar con el beneplácito del presidente podía sorprendente en plena sierra donde la travesía se hacía, o a medio recorrido, con una campestre comida, como una vez en la confluencia de las sierras de Faro de Avión y del Suido, en un intermedio de la ruta cabe a los chozos, a base de empanadas, carnes asadas y sus guarniciones e incluso bicas, y cafés cuando todo se recalentaba en fogata en el mismo lugar, sorpresa de la que ningún montañero avisado cuando con una veintena de kilómetros a cuestas cualquier bastimento agradecido. Óscar en un alarde que respondía a ese servicial que siempre fue, aún se prodigaría incluso por los sanabreses montes durante una excursión por la sierra de La Cabrera, una de las que forman las Trevincas, retornados de la laguna de Truchillas y del pico Vizcodillo, en la que, entre la treintena, iban esos amigos como los idos Heriberto López, Tere Hervella, Manolo Mera, Juan Riocerezo, de grata memoria todos. Y estos servicios, como de hostelería volante, en la memoria de quien imborrable pasaría por nuestras salidas montañeras o de valle, como le recuerdo a Oscar en ese breve encuentro.

Repartiendo culpas

Vengo con uno y luego incrementado a dos cuando a la caza nuestra nos atrapó en plena rúa do Paseo. De tanta charla o parlamento que apenas dejasen entrada para opinión alguna o también que uno haya optado por el silencio consciente de que sus opiniones ni tenidas en cuanta ni acaso oídas porque alguno de los interlocutores gala hace mas que de facundia de verborrea incontenida. Si uno ilustrado, el otro dominador de fechas como otro no se viera. Así que con tanto apabulle de datos cronológicos el silencio es el mejor remedio cuando quería escuchar al otro interlocutor, que lo era, pero el como es cuando ambos abundaron que la guerra civil culpa de los alzados y la república o gobierno legítimo, repartiendo responsabilidades para ambos. Un desconocimiento total de la historia de la que se creen poseedores si por ellos abrumar te dejas. Sucede a menudo que la temeridad tiña nuestras opiniones en las que ni expertos mas si dogmáticos.

Hubo uno que fue factotum provincial y local cuando los tiempos del ordeno y mando. El tal se confiesa amante de la lectura, pero de tantos que lee a la vez, ignorante de lo que contienen en una sincera confesión en la que se muestra incapaz de concentrarse este amante, capaz de doblegar el espinazo ante el poderoso, Fraga en aquellos momentos, porque los cargos que ostentaba venían otorgados a dedo y para estar bajo el dedo debe uno someterse, por consiguiente esta clase de personajes suelen ser suficientes y de cierta displicencia con el llamado inferior. No valen estos sumisos al poderoso y de suficientes con los de abajo.

Del incendio pavoroso de Valencia una de la sobrevivientes dijo que se compungía por los fallecidos, pero que nadie iba a devolverle a su perro.

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