Opinión

San Rosendo

El milenario de  San Rosendo  y su año jubilar  nos invitó a recordar al santo.  Rosendo fue un hombre providencial para nuestra tierra. Fue  un hombre carismático para la  patria y la nación gallega que lo  viera nacer en 977. Líder espiritual para la Iglesia gallega y para  las gentes y los pueblos de este  confín occidental de Europa.  Galicia en el siglo X ha poseído  el santo más representativo de  esa centuria porque cada pueblo  tiene en cada época el santo que  necesita y que se merece. San  Rosendo fue el hombre al que  Dios adornó con múltiples carismas y lo enriqueció con diversas  gracias. Fue una forma de revelación del amor de Dios a un  pueblo. San Rosendo vive, ora,  trabaja, sufre y goza, derriba y  construye, donde se ofrece y se  inmola por la nación gallega.  Rosendo fue un don de Dios, una  vocación, un servicio. Fue todo  un hombre para toda una tierra:  Galicia. Fue una personalidad  extraordinaria. Fue el santo que  en su época acertó a representar  y encarnar con más fidelidad que  ningún otro el prototipo de hombre gallego. Él fue un hombre  enamorado de su tierra, un hombre familiarizado con sus gentes  y con sus problemas. Promotor  de la fe entre sus hermanos los  hombres. Comprometido con el  desarrollo de su pueblo. Encarnado en la vida gallega. Un hombre amigo de Dios que intentó  hacer a todos los hombres de  Galicia amigos.  Un santo verdadero protagonista de la historia de su tiempo  en Galicia. Humanizador de su  destino. Fue un peculiar hombre  de estado que se considera responsable de los destinos de su  pueblo. Consciente de los derechos humanos que hay que  defender para que la dignidad  del hombre no sufra detrimento  ni vilipendio.  Cuando Galicia lo exigió supo  cambiar el báculo episcopal por  la silla del caballo y el manto  escarlata por la coraza de hierro.  Abandona el silencio apacible del  claustro por el estruendo y el clamor de la lucha. Prefirió siempre  vivir con coraje y sacrificarse en  aras del servicio al pueblo.  Supo conjugar las alturas de la  mística y la contemplación con  la problemática de las situaciones  conflictivas, dramáticas y trágicas.  Tuvo vocación de silencio y se  retiró a la soledad. Esto lo llevó  a restaurar y a reconstruir casas  de trabajo y oración como fueron  los monasterios por él fundados.  Fue monje, obispo, abad, virrey,  generalísimo y evangelizador. A  Rosendo le apetecía poblar Galicia de casas de Dios y de oración.  El quisiera ver a Galicia trocada  en una inmensa catedral en la  cual las gentes de esta bendita  nación entre salmos de esperanza  comenzaran a vislumbrar ya desde este valle de lágrimas el triunfo  de gloria de un hombre que llena  de luz las tierras de Celanova. 

 

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