Opinión

Fin de año seguro

Los expertos en la lucha antiterrorista saben y advierten de que no hay riesgo cero cuando se trata de prevenir los atentados yihadistas. Que, en cuanto a los métodos utilizados por los islamistas radicales para atentar, se va siempre un paso por detrás, toda vez que sus líderes han llamado a emprender una yihad personal y que actúen con lo que tenga más a mano. En Francia y Gran Bretaña, por ejemplo se produjeron atentados con cuchillos y hachas, y en la memoria más reciente están los atentados de Berlín y Niza por medio de camiones de gran tonelaje lanzados contra aglomeraciones de gente.

La decisión del Ministerio del Interior de reforzar la seguridad en las grandes ciudades, mediante una mayor presencia policial en la calle y el blindaje de las zonas en las que se van a producir las mayores concentraciones de personas para celebrar los actos que restan de las fiestas navideñas, son adecuadas a pesar de no existir una amenaza concreta sobre España más allá de las referencia genéricas a la recuperación de Al Andalus que periódicamente aparece en los comunicados o videos del denominado Estado Islámico. Como consecuencia no se ha alterado el nivel de alerta antiterrorista, situado en el cuatro sobre cinco, que es el que se viene aplicando desde hace año y medio, y que ha permitido la detención de cerca de doscientos yihadistas que han sido acusados de captación de milicianos para incorporarse a las zonas de guerra en Iraq y Siria, de adoctrinamiento, financiación  y proselitismo.

El incremento de las medidas de seguridad, tanto del número de agentes policiales como de elementos físicos para evitar un determinado tipo de acciones terroristas tiene un efecto disuasorio indudable, pero por detrás de estas actuaciones se encuentra la labor de información y de colaboración internacional que permite la detención de muchos yihadistas antes de que puedan cometer atentados. Ayer mismo se detuvo en Madrid a dos españoles de segunda generación de familias procedentes de Marruecos y Gambia que se han radicalizado en nuestro país y a los que se les han incautado cuatro cargadores de  kalashnikov, el fusil que han utilizado los terroristas en atentados en Bélgica y Francia.

Tanto un hecho como otro ponen el acento en la necesidad de extremar el control sobre el comercio y contrabando de armas de fuego y de explosivos y las sustancias para fabricarlos y en la necesaria vigilancia de las mezquitas donde se promueve el salafismo y de las actividades de estos grupos a través de Internet y las redes sociales. Por no hablar de los ‘retornados’ que puedan volver después de haberse enrolado en las milicias del Daesh. Tras los atentados del 11-M, con el incremento de medios materiales y humanos y las labores de información, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han logrado evitar que volvieran a producirse atentados de carácter yihadista de alguna envergadura.

El reforzamiento de las medidas de seguridad de cara a las celebraciones de Fin de Año y Reyes ha coincidido con la llegada a España del contingente más numeroso de refugiados -190- de los 16.000 que se ha comprometido a acoger hasta septiembre de 2017. Por el momento, afortunadamente, son muy pocas las voces que relacionan refugiados y terrorismo. Hacerlo es victimizar más a quien ya lo es bastante.      

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