Opinión

Un verdadero rival, no un sparring

Al final, y después de pensárselo mucho, Valentín González Formoso da un paso adelante y disputará la secretaría general del Pesedegá a Gonzalo Caballero en las primarias previas al congreso de diciembre. El alcalde de As Pontes y presidente de la Diputación de A Coruña, que tiene detrás al aparato del partido en su provincia, cuenta con el apoyo de cargos públicos y orgánicos de casi toda Galicia que, además de responsabilizar personalmente a Caballero del fiasco de las últimas autonómicas, tienen con él cuentas pendientes por haber tomado decisiones en contra de su voluntad o de sus intereses. Los críticos con el caballerismo no son tantos como pudiera parecer, pero su ascendiente, por la posición que ocupan, es notable entre la militancia de sus respectivos territorios y a fin de cuentas son los militantes de base los que deciden si refrendan al actual líder o pasan de pantalla.

Formoso no es Villoslada. Esta vez Caballero tiene enfrente a un rival de entidad, un peso pesado, no un esparring. Se trata de un púgil rocoso (“sólido”, según el alcalde de Santiago). Alguien que sale a ganar, aunque sea a los puntos. Se trata de un boxeador con pegada, muy bregado y con cierta fama de marrullero, a pesar de la finura de su estilo dialéctico y la elegancia de sus modales. Tanto él como sus compañeros de aventura quieren encarnar y encarnan el otro PSOE gallego, el de perfil moderado y compromiso institucional, el que tienen el mérito de haber conseguido para los socialistas la mayor cuota de poder local y provincial de su historia. Eso sí, en casi todos los casos gracias a los acuerdos con el nacionalismo y otras fuerzas de izquierda que condicionan su capacidad de decisión.

Está convencido Caballero de que se impondrá a Formoso. No le noqueará pero ganará el combate entre otras razones, porque los afiliados, especialmente los más veteranos, tienen memoria suficiente para recordar que el Pesedegá solo conquistó la Xunta cuando lo encabezaba un líder regional fuerte con un proyecto propio y autónomo y sin ataduras territoriales (léase Touriño). El electorado, incluso el más fiel, suele castigar la falta de cohesión interna y da la espalda a los partidos que se abren en canal mostrando sus vergüenzas. Y los precedentes también acreditan que el éxito, en el caso de los socialistas, no se suele alcanzar al primer intento, porque hace falta tiempo para madurar y asentar un liderazgo de referencia cara a la ciudadanía, algo que además difícilmente se logra desde fuera del Parlamento, la gran cámara de resonancia de la política autonómica.

Ferraz no toma partido en este combate. No habrá candidato oficialista. Cualquier de los dos en liza le parecen idóneos para dirigir el PSOE gallego. Que decidan las bases, a ser posible con la plena libertad de la que carecieron cuando resucitaron al propio Sánchez. Por eso la dirección federal no apoyará a las claras al inequívocamente “sanchista” Caballero y se ha limitado a darse por enterado de las intenciones de Formoso y los suyos, a los que tampoco ve con malos ojos. Galicia no quita el sueño ni en la sede nacional del partido ni en Moncloa. El gallego es un feudo tradicionalmente conservador y la Xunta, un enorme aparato de poder en manos del PP casi desde su creación. La administración autonómica da soporte a un maquinaria electoral que, a pleno rendimiento, resulta casi invencible, sean quienes sean el candidato popular y los rivales a batir.

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