Opinión

Asuntos intrascendentes

El presidente del Gobierno ha recomendado a los suyos que no se distraigan o se dejen distraer con asuntos intrascendentes o irrelevantes, pero no ha dicho cuales son esos aspectos de la política interna de su partido y de las críticas de la oposición que le merecen tan poca consideración. Con su peculiar lenguaje de no llamar a las cosas y a las personas por su nombre para dejarlas simplemente en eso, en “las cosas” o en “ese señor”, se seguirá sin saber con claridad y nombres y apellidos, que es lo que no les debe preocupar a los dirigentes populares hasta el punto de enturbiar los progresos económicos que, según la publicidad oficial, van viento en popa, con la financiación exterior al cero por ciento y el descenso del paro en el mes de marzo.


A los ciudadanos, sin embargo, no les parece que sea intrascendente o irrelevante la contratación temporal, o que la protección al desempleo se encuentre en niveles históricamente bajos o que aumenten las desigualdades y el número de pobres con empleo. Al menos los encuestados por el CIS para el barómetro del mes de marzo consideran que los problemas del país siguen siendo los mismos y no hay lugar para el optimismo, porque empeora la percepción sobre los fundamentales -paro, corrupción y problemas económicos- y por algo será que se niegan a aceptar la “evidencia” de la mejoría de la situación económica.


Mariano Rajoy, como todos los gobernantes que en España han sido, padece el síndrome del incomprendido porque sus gobernados no saben apreciar los éxitos de su gestión por mucho que se los explique, e incluso se muestra sorprendido porque sus votantes le piden cuentas por haber hecho “cosas” que no quería hacer, que le han venido impuestas por “la realidad”, o porque él va “donde me llevan”. El líder de los populares ha vuelto a insistir en su intervención inicial ante el medio millar de componentes de la Junta Directiva Nacional -máximo órgano de dirección entre congresos- en las cifras y datos sobre la recuperación: “Hay resultados y la gente lo ve”, dijo Rajoy. Pero el CIS se ha encargado de desmentirle. O sea, que ese bagaje no parece suficiente para ganar las elecciones de calle.


Si con sus advertencias sobre la intrascendencia y la irrelevancia se refería a las luchas internas en el seno de su partido, parece olvidar que él es simultáneamente presidente del Gobierno y del Partido Popular y que la vida de este ha ido quedando relegada hacia prácticas de asentimiento sin apenas debate político de altura, que también parece deberse a otro síndrome del gobernante por el cual se dedican a laminar la vida orgánica del partido que queda sepultada por la acción de gobierno y que luego tarda mucho tiempo en librarse de esa losa para dejar salir la lava que no se ve pero que está en ebullición. Que le pregunten al PSOE por esa herencia de Zapatero.


En el PP, como en el PSOE, se ha llegado a un punto en el que las luchas internas, pese a los llamamientos a la unidad, no se han acabado y las facas, si acaso, están guardadas a la espera de volver a brillar a la luz del sol en cuanto que cierren las urnas del 24 de mayo y los resultados no acompañen, que será cuando los damnificados comiencen a buscar culpables de sus derrotas más allá de sus propias responsabilidades.

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