Opinión

Desconocedor, negociador y tautológico

A estas alturas de su vida política, a Mariano Rajoy no se le puede negar ni el manejo de las tablas ni de los tiempos, del mismo modo que también se conocen ya sus latiguillos para salir al paso de todas aquellas cuestiones que no son de su agrado. Su primera reacción ante aquello que no le cuadra es acudir a su desconocimiento, sobre todo en los procesos relacionados con la corrupción que afectan a su partido, o a los problemas entre personas de su entorno cercano.

Así, no deja de ser sorprendente que sea el único que no aprecia distanciamiento entre la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, cuando ellas mismas se encargan de hacerlo patente, lo confirman sus equipos, y cuando al propio presidente del Gobierno le viene bien esa pugna interna mientras decide sobre su futuro, e ironiza acerca de los rumores sobre sus sustitutos.

En la entrevista que ofreció ayer a Antena 3, el día después de que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, anunciara la ruptura con el Gobierno en la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, Mariano Rajoy, se mostró condescendiente -“lo de ayer, lo doy por no producido”-, con su socio y resaltó que siguen siendo más los puentes que los unen que aquellos que los separan al afrontar la situación catalana.

Pero lo que Rajoy considera “un asunto poco importante” no lo es para el líder de Ciudadanos que en Telecinco, simultáneamente casi, consideraba que lo que quiere el Gobierno es “salir corriendo de Cataluña y dejar de aplicar el control constitucional sobre esta comunidad autónoma”. Ambos coincidían, no obstante, que cualquier diálogo sobre Cataluña debe realizarse en el marco de la legalidad.

Mariano Rajoy ha adoptado la decisión de minimizar todo lo que ocurre a su alrededor, a justificar lo hecho y a dar muy pocas pistas sobre lo que va a hacer, mientras a su alrededor se producen todo tipo de incendios que se reflejan en la valoración de su partido en las encuestas, o peor aún en la sensación de sus dirigentes que no se sienten aliviados con el mensaje de tranquilidad y calma que el presidente del Gobierno ha querido transmitir en su comparecencia televisiva, si no va acompañado de una ofensiva política.

De forma discreta pero eficaz, apareció también el Mariano Rajoy ninguneador, el que a pesar de todo marca distancias con sus socios parlamentarios y con el PSOE, al que unas veces, como en la sesión de control, da el abrazo del osos al alabar su colaboración en el asunto de Cataluña, mientras al día siguiente le desprecia al señalar que su verdadero rival es Podemos.

El presidente del Gobierno también utilizó otra de sus tácticas habituales para explicar sus decisiones: la negación de la evidencia. Sin sonrojarse, Rajoy afirmó que la subida de las pensiones que ha pactado con los nacionalistas vascos para que le aprueben los Presupuestos Generales del Estado  no tenía como objetivo garantizar la gobernabilidad, y permitirle acabar la legislatura.

Como coda añadió un razonamiento tautológico propio de su cosecha: “Las cosas se pueden hacer cuando se pueden hacer". Evidente, pero cualquier revisión de las pensiones mejor hacerla en el marco del Pacto de Toledo, creado en su día para sacarlas del debate político, y las ha vuelto a utilizar en beneficio propio. 

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