Opinión

Elecciones, lejos

  

Hace cuatro meses, Mariano Rajoy se comprometió a agotar la legislatura tras las vicisitudes pasadas a los largo del "año 16", como le gusta decir al contar anualidades. A partir de ya podría hacer uso de su prerrogativa de disolver las Cortes y llamar a los ciudadanos a las urnas. Aunque los compromisos de los políticos tienen la duración y la validez que tienen, del presidente del Gobierno, que hace gala de su previsibilidad, no cabría dudar de su palabra.

Menos aún cuando tiene encarrilados los Presupuestos Generales del Estado de este año, que le podrán servir también para el próximo año, mediante prórroga, si fuera preciso. Desde la firma del apoyo de Ciudadanos a su investidura y a las cuentas públicas, el apoyo del PNV se daba por hecho –es cuestión de dinero y al PP le deben una- y solo falta un voto para que se aprueben por mayoría absoluta, y ante esa posibilidad se pueden dar muchas circunstancias desde el apoyo del diputado de Nueva Canaria 
–aliado socialista- a otras de distinto carácter más pragmático y menos político. Sobre los PGE  la posición de Susana Díaz es tan dura –al menos en las declaraciones- como la del defenestrado ex secretario general.

Ni al PP ni a los socialistas les interesa ahora que se vuelva a las urnas, ni tan siquiera en el hipotético caso de que Pedro Sánchez retome las riendas del PSOE y endurezca las respuestas a las iniciativas del PP. Las encuestas son tan negativas para los socialistas que aun con liderazgo renovado le resultaría difícil evitar el “sorpasso” de Podemos. Por supuesto, Rajoy prefiere a una “lideresa” como jefa de la oposición socialista que a Pablo Iglesias.
Y si en algún momento tuvo la intención de faltar a su palabra y convocar a elecciones, los últimos sucesos relacionados con la corrupción han hecho que le dé una vuelta a la idea, aunque  ya se sabe que en el Gobierno -el ministro de Justicia-  dan por amortizada la pérdida de votos por la corrupción, que a su juicio habría sido juzgada políticamente ya en las dos pasadas elecciones. 

Además, el nuevo papel de Mariano Rajoy en la Unión Europea está relacionado con la estabilidad de su gobierno, frente a las dudas que suscitan los procesos electorales en otros países determinantes para el futuro de Europa. Ahora que se ha vuelto a ocupar un lugar predominante en los foros donde se discute, ese futuro no puede volver a llevar la inestabilidad y la incertidumbre que generarían unas nuevas elecciones. Y a nivel interno sería un mal momento, con el desafío independentista catalán en velocidad de crucero hacia el abismo y con la sala de calderas política y judicial trabajando a todo ritmo para evitar el choque de trenes, y que si hay elecciones anticipadas sean en Cataluña  
Tan seguros están los populares de que la moción de censura de Podemos va a quedar en agua de borrajas, que no será un motivo determinante para que decidiera disolver las Cámaras a pesar de que si Pablo Iglesias acaba por presentarla el Partido Popular va a pasar por malos momentos, porque motivos de crítica a su gestión, y por el lodazal de la corrupción, los hay abundantes.

A partir de ahora Mariano Rajoy tiene un potente instrumento en sus manos para condicionar el desarrollo de la legislatura, pero las elecciones no aparecen, en estos momentos, en la agenda.

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