Opinión

Refundación o crispación

La moción de censura de Pedro Sánchez ha puesto de manifiesto una de las mayores evidencias políticas, que el poder es la argamasa que mantiene unidos a los partidos políticos, que una vez perdida, la organización corre el riesgo de desmoronarse o entrar en una etapa de fracturas que serán muy difíciles de recomponer. La gravedad del asunto depende de la capacidad de los nuevos líderes para afrontar la regeneración o refundación del partido y de si los candidatos en liza son los adecuados para llevar a cabo esta tarea, aunque el cesto hay que hacerlo con los mimbres de los que se dispone.

La falta de la costumbre de realizar primarias, metidas con calzador en los estatutos del partido para no quedarse anclados en los “dedazos”, han supuesto un revulsivo organizativo que además ha dejado al descubierto las costuras del partido, con un nivel de participación previsto minúsculo en relación a las cifras de afiliados que decían tener, y que pone en cuestión la propia financiación del partido -más todavía- y en el sistema de elección del líder responde más al concepto presidencialista del partido que a una verdadera vocación de participación de las bases. Que no vaya a existir un debate entre los candidatos previos o los definitivos muestra la aversión que el PP tiene a estos mecanismos democráticos que si bien abren al partido en canal, también sirven para que quien salga vencedor lo haga con mejores credenciales.

De los seis candidatos en liza tres son los que cuentan con verdaderas posibilidades y un cuarto, el exministro José Manuel García-Margallo, que tiene una cabeza política muy bien amueblada, parece que solo tiene la intención de disminuir las posibilidades de otra de sus oponentes. Pero la pregunta fundamental a la que deben responder los afiliados del PP es si las dos mujeres que han acumulado más poder político durante los gobiernos de Mariano Rajoy, en el propio Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría, y en el partido, María Dolores de Cospedal, que han estado y están involucradas en la gestión de los problemas más importantes en sus ámbitos de decisión, y que no han ocultado sus discrepancias son las personas adecuadas para llevar a cabo la regeneración necesaria, y si son creíbles los llamamientos a la integración al día siguiente de que se celebre el congreso, en el caso de que alguna de ellas resulte elegida. La experiencia previa en el resto de los partidos es que la integración no es posible.

Entre ambas mujeres, la candidatura de Pablo Casado tiene a su favor que los casos de corrupción ya estaban en los tribunales cuando accedió a la dirección del partido y que ha renunciado a la integración y a los cantos de sirena de los cargos futuros. Su debilidad procede del embrollo sobre su máster universitario y de los apoyos tácitos o expresos que puede recibir de sus antiguos valedores.

La confusión en la que se encuentra el PP deriva también de que todavía no se sabe que es lo que pretenden sus principales candidatos, porque todavía no ha aparecido el debate sobre las ideas, si van a constituirse en un partido netamente conservador o si se escora hacia el centro derecha, si van a ser alternativa de gobierno por el ejercicio de la oposición, o si van a liderar la crispación, de lo que ya dan muestras.

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