Opinión

Responsabilidad, acuerdos, provocación...

 

El recién estrenado portavoz de los socialistas en el Congreso, Antonio Hernando, ha tratado de situar en el terreno de la responsabilidad histórica la decisión del PSOE de facilitar la investidura de Mariano Rajoy en la segunda sesión, y han reiterado que la abstención que lo va a permitir no es sinónimo de apoyo a sus políticas de las que estarán vigilantes que obligarán a que “Rajoy deje de ser Rajoy” y comience la nueva etapa en la que el diálogo, el consenso y la negociación va a marcar el futuro políticos del país.  

Pareciera que este empeño ha tenido un primer éxito con la decisión de Rajoy de suspender el efecto académico de las revalidadas, pero es un guiño que no debe ser considerado como un cambio de posición radical en el PP. Rajoy ha repetido que no está dispuesto a liquidar todas las reformas realizadas en la legislatura anterior y la que menos, la reforma laboral, que le ha servido para sacar pecho con los últimos datos de la EPA. Pero algo es algo.

Luego, el resto de la intervención de Hernando no ha dejado mucho más que no se conociera respecto a cuál será la actitud del PSOE, lo que piensan hacer o no dejar hacer. Mientras, Rajoy les trataba con una cierta condescendencia, aunque les ha lanzado un  torpedo a la línea de flotación cuando ha hablado del acercamiento de las posiciones ideológicas  entre socialistas y conservadores y que ahí están las coincidencias básicas en muchas medidas a aplicar o que han aplicado unos y otros.

Será en los desarrollos legislativos que han de venir a lo largo de la legislatura cuando queden de manifiesto hasta qué punto se sustancian las diferencias y las coincidencias y como se opera el cambio en Mariano Rajoy en el manejo de la geometría variable en condiciones adversas  y como lo administran los socialistas, obligados a favorecer una cierta gobernabilidad. Porque el bloqueo total conduciría a unas nuevas elecciones y para que entre todos no se deje escapar la posibilidad de alcanzar acuerdos con luces largas.

El aspecto que ha quedado claro es que Podemos -y los independentistas por otros motivos- no parecen dispuestos a participar en el ciclo de las reformas porque están volcados en desarrollar un ciclo de ruptura. Lamentablemente, de nuevo, el líder de Podemos se lo puso muy fácil a Mariano Rajoy al que quiso acorralar con una visión asamblearia  y populista de la democracia y recibió los varapalos de quien es un conspicuo representante de la democracia formal, que es la que viene funcionando desde la restauración democrática. Con su discurso Pablo Iglesias parece dispuesto a sacar a la izquierda del PSOE de cualquier debate sobre las reformas necesarias para hacer avanzar el país desde una visión progresista, y con sus provocaciones para ‘épater le bourgeois’ Podemos puede acabar convertido en una anécdota divertida cuando lo que se necesita es, como le ha recordado Albert Rivera, que realice un trabajo serio con propuestas viables.  Al menos el presidente de Ciudadanos se ha comprometido a mantener una actitud vigilante sobre los puntos del pacto que firmo con el PP.

Sin él Mariano Rajoy no habría vuelto a ser presidente del Gobierno, por mucho que en sus intervenciones haya tratado de hacer valer una concepción presidencialista de la democracia al insistir en que está asistiendo a la investidura porque ha ganado las elecciones, cuando lo está porque los otros partidos han sido incapaces de armar una alternativa razonable.      

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