Opinión

Viaje al Caribe

Que los encuentros con las autoridades cubanas no se cierran hasta el último minuto lo sabe bien el propio ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que estuvo esperando una llamada de la presidencia cubana para celebrar una entrevista con Raúl Castro que no tuvo lugar, pese a que se trataba de una visita oficial, la primera de un miembro del Gobierno de Mariano Rajoy desde el comienzo de la legislatura y en la que se cumplió con la exigencia cubana de no mantener contactos con la disidencia en el interior. Margallo pronunció una conferencia sobre la Transición española en la que los asistentes pudieron ver reflejado su futuro, que no gustó nada a las autoridades cubanas. Era su obligación. 


El problema es que poco tiempo después Estados Unidos anunciaba su cambio respecto a la política con la isla caribeña y dejaba descolocado a todo el mundo, al exilio de Miami y al exilio interior, y a la propia Unión Europea embarcada en un proceso de negociaciones con  La Habana para superar la Posición Común que inspiró José María Aznar, que ligaba las relaciones con Cuba a la evolución al respeto de los derechos humanos. Si este es el baremo por el que se miden las relaciones político/económicas, algo habría que hacer con China, que no es un dechado de democracia, y que además ha presionado al Gobierno para cambiar leyes -la de justicia universal-, que para algo es uno de nuestros banqueros.
No es un misterio que las relaciones de los dirigentes cubanos con los socialistas españoles han sido mejores, por razones obvias, que con los populares. Por mediación de la Iglesia Católica cubana y del Gobierno español salieron de la cárcel y luego de la isla un grupo de disidentes a los que España dio acogida.


La decisión estadounidense sobre Cuba, a pesar de los recelos de las autoridades castristas y de su encastillamiento, es lo quieran o no, el comienzo del final del régimen cubano tal y como se ha conocido hasta ahora, e impulsará la apertura en todos los sentidos. En esa apertura y dada la implantación de las empresas españolas en la isla, nuestro país debe desempeñar un papel capital si no quiere que su lugar lo ocupen otros actores, que incluso dentro de la posición europea común están ya maniobrando en favor de sus intereses.  En ese sentido no hay por qué poner en duda que Zapatero haya actuado en su entrevista con Castro  “por el interés de España”.


Lo que sería verdaderamente deleznable y una deslealtad es que actuaran en beneficio propio, una circunstancia que no sería de recibo en el caso del expresidente del Gobierno, que ha viajado a Cuba en calidad de presidente de honor del comité de la ONU para la abolición de la pena de muerte, y poco justificable en el caso del exministro de Exteriores, si es cierto que Moratinos ejerce de ‘lobbysta’ de las empresas españolas, aunque estas consideren que el Gobierno y el PP están demasiado condicionados por sus posiciones tradicionales respecto a Cuba. Dos exministros británicos se han visto obligados a dejar la política por ofrecer sus servicios en ese sentido.
Parece fuera de toda duda que el Gobierno conocía el viaje de Zapatero y Moratinos a Cuba, lo mismo que sabe de su entrevista con Evo Morales porque va a asistir a un acto público. Moratinos ha pedido disculpas por la falta de sintonía sobre esta visita, pero  acerca de su oportunidad, habrá que valorarlo por sus consecuencias.

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