Opinión

La virtud de la discreción

Cada vez queda menos tiempo para llegar al 17 de agosto y aunque parezca sorprendente, los partidos han mantenido la discreción a la hora de negociar sobre la composición de la Mesa del Congreso, como primera etapa para la sesión de investidura. Es una novedad porque en otros tiempos este tipo de conversaciones eran radiadas prácticamente en directo y se sabía con anticipación el resultado de ese diálogo. A medida que se acerque la fecha del desenlace las filtraciones se producirán con profusión, pero a la hora de esta crónica no hay ninguna certeza sobre lo que puede ocurrir, porque absolutamente todo, depende de lo que decida el partido del prófugo Carles Puigdemont, Junts, y todas las propuestas y decisiones que se salgan de ese ámbito son fuegos de artificio, como la propuesta de Coalición Canaria para que el presidente de la Cámara fuera un diputado del PNV.

Negociar fuera de la luz de los focos posibilita el acuerdo, pese a que supone hurtar a los ciudadanos el conocimiento de lo que se trama. Desde Sumar afirman que se encuentran en negociaciones con Junts para lograr que la el presidencia del Congreso recaiga en un diputado socialista, y avanzan que las negociaciones van por buen camino, sin mayor concreción. ERC también está interesado en alcanzar con Junts un acuerdo con el que presentarse unidos el próximo 17 con la paradoja de que ahora el partido de Puigdemont no quiere saber nada del de Oriol Junqueras después de tratar que el independentismo no se dividiera. Si en la legislatura actual era ERC quien tenía la manija de la gobernabilidad ahora el mando ha pasado a Junts, al que ERC había ninguneado. Pero este es un asunto de orden interno del soberanismo.

La discreción también opera en la que es la verdadera negociación que debe dar resultados el próximo jueves, la que a buen seguro mantiene el PSOE con Junts. El ministro de la Presidencia en funciones, Félix Bolaños, a quién en algún momento se dio por defenestrado del puente de mando de la Moncloa, dirige las conversaciones con el partido de Carles Puigdemont sobre la composición de la Mesa del Congreso y su principal derivada: la posibilidad cierta de que tanto ERC como Junts puedan contar con grupo parlamentario propio a lo que no tienen derecho en orden a los resultados electorales, un acuerdo que anticiparía el resultado de una investidura favorable a Pedro Sánchez, en el mejor de los casos. O no, que diría Rajoy, porque el inquilino de Waterloo, sabedor de su posición determinante juega con el nerviosismo de la última hora y afirma que en esta situación “sube la subasta”. En su partido hay posibilistas partidarios de que la legislatura eche a andar y de que se evite una a nueva repetición de elecciones de resultados inciertos para sus intereses, y los radicales a los que la gobernabilidad de España les importa una higa. La solución el próximo miércoles. 

Y solo dentro de la formulación teórica pueden entenderse las declaraciones del “número dos” del PP, Elías Bendodo, en el sentido de mostrarse dispuestos a hablar “con todos”, pero “no tragar con todo”- para lograr la investidura de Alberto Núñez Feijóo. El PP ya sabe, por la revelación reciente de Vox, que cualquier reunión discreta o secreta acaba saliendo a la luz pública, y que una parte de su electorado y de los partidos que necesita para llegar a la Moncloa no entenderían un trueque con quienes quieren acabar con la unidad de España.

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