Opinión

Cabinas

Hace mucho que no veo a nadie meterse en una cabina telefónica. La tecnología nos ha echado fuera de ellas. Y eso que los últimos modelos ya estaban pensados para no introducirte del todo: más bien te acodabas en el mostradorcito y medio cuerpo tuyo permanecía en ese semi-enclaustramiento voluntario durante el tiempo que duraba la llamada.

Entonces no nos planteábamos si en ese ambiente sobrevolaban virus o si el auricular albergaba colonias de bacterias; como mucho, cogíamos aquello con dos dedos y lo acercábamos tímidamente a la oreja, para, una vez metidos en conversación, despreocuparnos de cuestiones sanitarias y concentrarnos en la llamada. 

Las cabinas telefónicas (las de antes, las de cuerpo entero) tuvieron muchas utilidades además de las comunicativas. No voy a enumerarlas porque la mayoría refieren asuntos relacionados con nuestro instinto primitivo. Hay incluso quien pensaba de niño que entrando en una de ellas podía salir luego transformado en Supermán, con capa y todo, y hasta había quienes perforaban una moneda y la metían atada a un hilo para no pagar la llamada, o personas que desenroscaban los auriculares para llevarse los altavoces, en fin…

Pero lo cierto es que las cabinas han dado para mucho: José Luis López Vázquez se metió en una de ellas y nunca más salió; allí sigue en nuestra mente. El mismo Hitchcock las usó como bunker anti-pájaros, y los británicos, con sus luces y sus sombras, supieron leer perfectamente el futuro de este mobiliario urbano y lo han convertido en un reclamo turístico imbatible. 

Yo creo que en un futuro no muy lejano, cuando el transporte instantáneo sea una realidad y podamos desplazarnos de un lugar a otro sin necesidad de viajar, las cabinas telefónicas volverán a ser útiles: te meterás en una de ellas en la calle de Paseo y en un segundo aparecerás en Hawaii, en la Quinta Avenida o en Samil, dependiendo del presupuesto que tengas para ese viaje de tu materia corporal. Entonces surgirán modelos vintage de cabinas y habrá otras de diseño vanguardista…, a gusto del consumidor. Pero tranquilos, el ambiente en su interior estará exento de impurezas y microorganismos. Sería terrible empezar unas vacaciones en el Caribe, recién transmigrados, en bañador y camisa de flores, y hacerlo con cabeza de mosca, por ejemplo. A ver cómo te tomas el daiquiri…

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