Opinión

¿Qué fue de aquel espíritu de ourensanismo de hace medio siglo?


Estos días ando husmeando en mis archivos, para recuperar datos, fotos, documentos e historias lejanas de Ourense de las que fui testigo y escribí en aquellos días, para alimentar una próxima conferencia de hechos, personajes y sucedidos que vale la pena recordar. Y me sale al paso un viejo episodio de la última gran manifestación del común y generalizado espíritu ciudadano del conjunto de la urbe. Fue aquel El 13 de febrero de 1975, todavía estaba Franco en El Pardo, cuando, por iniciativa del Ateneo de Ourense, se celebró en el salón de actos de los Salesianos una multitudinaria asamblea del pueblo de Ourense contra la Celulosa que Celulosas de Guipúzcoa quería plantar en el río Miño a un tiro de piedra, como quien dice, de la ciudad.

Fue algo nunca visto ni se volvería a ver. Al concluir aquella asamblea popular casi le zumban a Ángel Mario Carreño Maribona, gerente de la OPRIN, que era uno de los partidarios, contra quien estallaba la ira popular, pese a los esfuerzos del temprano moderador del acto, el profesor de Geografía Javier Martínez Raldulfe, persona muy estimada en Ourense. Por la empresa vascongada dio la cara un tal Zabala, que parecía Búfalo Bill, por su melena, como lo llamara el ex alcalde David Ferrer. Gracias a los directivos del Ateneo, a la salida él y Carreño salieron bien parados. En el coloquio fue determinante la intervención de los catedráticos de la Universidad de Santiago, Bermejo y Domínguez Carmona, el hidrólogo Quiroga y el profesor de geografía ourensano Albino Núñez. Carreño defendía los puestos de trabajo directos e indirectos que crearía la celulosa, con una inversión de 8.000 millones de pesetas de la época, pero los científicos explicaron los riesgos irreversibles que causarían en el sistema ecológico del río Miño y sus efectos derivados.

Recordamos ahora aquel episodio, cuando anda por ahí la empresa portuguesa Altri intentando colocar en Galicia una macroplanta industrial en Palas de Rei, diez veces mayor que la celulosa de ENCE, que consumirá tanta agua como todos los habitantes de Lugo y que quiere producir el doble de celulosa que de fibras textiles. En el país vecino la promotora de la celulosa acumula multas por contaminación. El Gobierno de Portugal llegó a mandar detener la mitad de la producción de una de las fábricas del grupo en 2018 durante un mes ya que el Tajo apareció repleto de espuma, provocada por una fábrica que era la mitad de la que quiere colocar en Galicia. Entre sus consejeros está Beatriz Mato, la ex-conselleira de Medio Ambiente y ex-líder del PP en A Coruña.

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En nuestro caso, la celulosa que pretendía instalar en el Miño aguas abajo en Barbantes había sido previamente rechazada en el País Vasco e incluso para otra celulosa se citaba otro emplazamiento en el Sil, en O Barco. La polémica fue muy viva. A los indicios de posibles ubicaciones alternativas se sumaban rápidamente reacciones adversas. La Cooperativa de O Barco emitió un comunicado de rechazo a la instalación dadas las graves consecuencias que la misma traería para la viticultura de Valdeorras. La crítica a la instalación de una celulosa en Barbantes u O Barco la sostuvieron esencialmente los sectores agropecuarios y vitivinícolas. Y se subrayaba que con la ayuda que la administración iba a conceder a la empresa, se podrían crear más puestos de trabajo que los que dicha fábrica podría suponer. En el análisis crítico de lo negativo que era para Ourense el proyecto coincidieron el economista y profesor del Colegio Universitario de Vigo José María Mella Vázquez, y el profesor de la Escuela de Comercio de Ourense Javier Martínez Randulfe, que tuvo una actuación memorable en la asamblea de los Salesianos.

Ni a los científicos ni a los ourensanos presentes les convencieron las explicaciones del señor Zabala sobre las medidas anticontaminantes. Como esta planta no la querían en las vascongadas, anduvieron bailando con ella por Galicia adelante y, dada la experiencia ourensana, tampoco tuvieron éxito en otros intentos de colocarla tramos abajo del Miño en la zona de Arbo-Crecente. Piensen que, en aquellos días, fue un éxito que el Gobierno Civil autorizara la asamblea, pero no se pudo resistir a la presión de la calle y al respeto que merecía el Ateneo. David Ferrer, que era químico, tuvo una actuación memorable. Nunca más he vuelto a ver aquel espíritu de Ourense, aquella ciudad encendida, unida, solidaria, valiente y decidida.

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