Opinión

Deseos

Decidir? ¿Quiénes? ¿Sobre qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Los que afirman que el derecho a decidir es un axioma vinculado a la libertad del ser humano se equivocan, porque olvidan que tal derecho no es posible desde que el “mono desnudo” se socializó, adquirió bienes de consumo y se estableció en un territorio. Solamente el uso de la violencia y del poder permitió (y sigue permitiendo) que unos pocos pudieran ejercer tal privilegio amparados en los dictados
emanados de la fuerza;para ello se crearon estructuras coercitivas que someten la voluntad de las mayorías a los deseos de las clases dirigentes. Casi todos los mamíferos cazadores, por lo tanto poseedores de fuerza, marcan con sus fluidos (normalmente orina o heces) el territorio de su influencia depredadora y no permiten que otros miembros de su especie invadan sus dominios. La estabilidad de los equilibrios generados depende del vigor del macho dominante, que ejerce su autoridad mientras su brío sea superior a los demás aspirantes.

Incluso las necesidades más apremiantes están sujetas a códigos establecidos por la jerarquía de la fuerza; mientras el macho alfa come, todos los demás esperan. A lo largo de la historia de la humanidad los derechos individuales más elementales han sido quebrantados por los poderosos que, sedientos de riqueza, no han dudado en esclavizar, matar, torturar y vejar a los habitantes de los pueblos conquistados, después de haberlo hecho con sus propios conciudadanos.

Las actuales naciones, estados, tribus, países y comunidades son el fruto de interminables conflictos bélicos, siempre dirigidos por aquellos cuya ambición es ilimitada. Muchos pueblos subyugados habían sido a su vez conquistadores de otras minorías, porque la aspiración de dominio es inherente a nuestra condición de animal depredador y hasta los más oprimidos buscan a quién oprimir.

En la actualidad los conflictos armados siguen los mismos parámetros de siempre: poder, dominio económico, control
de los recursos, tráfico de armas, miedo, esclavitud, sometimiento. ¿Y las víctimas? ¿Tienen derecho a decidir? Mientras unos se manifiestan por un cuestionable sentimiento nacionalista, cientos de miles de seres humanos claman por su derecho a la vida. Mientras unos alardean de identidades culturales, de pureza racial, de derechos históricos, otros claman por una vivienda digna, por una educación y una sanidad de calidad, por un puesto de trabajo que les permita acceder a los recursos necesarios para que los suyos no pasen hambre, frío y tengan condiciones higiénicas que les preserven de la enfermedad y la muerte.

Es grotesco el espectáculo que dan los dos nacionalismos, español y catalán, en su estéril confrontación, alimentando
de forma grosera e impúdica los sentimientos más primarios del “homo sapiens”. Coinciden en su estrategia en la descalificación del adversario y en la visión totalitaria de la “verdad” históricaque ampara sus teóricos derechos.

Cuando el mundo está sumergido en una encrucijada de interrogantes de gran trascendencia para el futuro de nuestra especie (cambio climático, contaminación de los océanos, escasez de agua potable, avance de la desertización, superpoblación, reducción de la superficie boscosa, movimientos migratorios incontrolables, crisis energética, deshielo de los polos, desaparición de especies, auge del fanatismo islamista, terrorismo global…), en ese escenario un iluminado enarbola la bandera del “derecho a decidir” del “oprimido” pueblo catalán y ante tal reivindicación un guardián de la “santa patria” blande el pendón del imperio con el lema de “España es una sola nación”.

Todos queremos decidir sobre aquello que mejora nuestra calidad de vida, todos queremos lo mejor para nuestros hijos y conciudadanos, todos queremos un mundo mejor, todos aspiramos a la felicidad. Pero nadie quiere que alguien se beneficie de la manipulación de los sentimientos, que nadie se escude en nuestros deseos paramanejar las voluntades.

El diálogo es siempre imprescindible y la palabra es el instrumento ideal para resolver los conflictos. Afortunadamente son muchos los que no se dejan engañar por los “machos alfa” que tanto proliferan.

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