Opinión

El ocaso del "stablishment"

La UE despreciada, humillada, vapuleada y marginada de las grandes decisiones; indefensa ante la enfermedad de su propio sistema inmunitario, incapaz de extirpar los tumores que se han cronificado a pesar de los avances tecnológicos y del estado del bienestar. El fascismo, la xenofobia, el racismo, el nacionalismo excluyente, el fanatismo, la marginación, el machismo, la corrupción,… se convierten en lacras permanentes en la actuación de muchos gobiernos de la vieja Europa. 

En la posguerra mundial, los grandes derrotados (Alemania y Japón) se convirtieron en potencias económicas y motores del desarrollo de amplios territorios. En la actualidad, Rusia y China, teóricos perdedores de la guerra fría, están desempeñando el rol de países claves en el devenir de un nuevo orden. Mientras, EEUU da muestras de agotamiento, lo que supone el comienzo del fin del imperio yanqui, arrastrando en su caída a sus aliados tradicionales que son víctimas por su dependencia del gigante americano. Mientras tanto, izquierda y derecha se mezclan en un mestizaje caótico incapaz de resolver los graves problemas endémicos en el cono sudamericano, África y Asia. 

La impotencia de la ONU en su papel de garante del derecho internacional abre el camino al sistemático incumplimiento de sus resoluciones. Uno de los ejemplos es Oriente Próximo, convertido en un volcán en permanente ebullición, alimentado por el terrorismo islámico, la brutalidad fascista del estado israelí, la violencia de Erdogan, el imperialismo religioso de los saudíes, la irrupción de teocracias medievales y, como colofón, los intereses de las grandes potencias. 

¿Y España? ¿Cuál es su papel? Aparentemente irrelevante en el concierto de las naciones, el nuevo Gobierno se enfrenta a grandes retos tanto internos como externos. El presunto enriquecimiento irregular del viejo monarca, la crisis territorial, los movimientos migratorios, la financiación de las pensiones, la desigualdad social, la corrupción política, la debilidad del sector productivo, la calidad de los servicios básicos… se unen a la reestructuración necesaria de la UE, el reforzamiento del euro, las relaciones con Sudamérica y el mundo árabe.

Lo cierto es que problemas globales que afectan al planeta condicionan las políticas locales y supondrán una reforma sustancial del “establisment”. La contaminación, la escasez de recursos, los movimientos migratorios, la insuficiencia de agua potable, el control de la energía, la crisis de valores, la superpoblación, el aumento de los desiertos, el cambio climático…; en un panorama que se nos antoja “complicado”, los dictadores, bufones, ineptos, corruptos… no son la solución y agravan el problema. El mundo necesita líderes que afronten con firmeza y democracia los retos que se presentan preservando en todo caso el respeto a los derechos humanos. Esperemos que los pueblos sean conscientes de su protagonismo en el futuro de la vida.

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