Opinión

El patio del colegio

Los más veteranos eran conscientes de que la carrera era la última en la que podían participar. Se habían inscrito para demostrar que su leyenda seguía viva: gloriosas victorias, vergonzosas derrotas, cobardes abandonos, estimulantes prohibidos, compras de competidores, fraudes, populismo, demagogia… Todo les fue útil para alcanzar el éxito que los acredita como maestros de la sabiduría política. Elegidos para diseñar el pensamiento de neófitos participantes incapaces de alcanzar la meta sin la ayuda de experimentados eméritos. Entre ellos destacan el inefable pertinaz Felipe González, el misógino Alfonso Guerra y el cruzado matamoros José María Aznar… y una pléyade infinita de triunfadores que desde el púlpito del saber dan consejos gratuitos a sus pupilos para que alcancen el poder y sigan protegiendo el tesoro que ha posibilitado una España democrática, libre y festiva. Nunca se debe de olvidar que han sido grandes pensadores, que en tiempos prehistóricos plasmaron en un sagrado documento las normas que han de regir el destino eterno de la Patria. Desde entonces se considera una traición el pensar de forma distinta a la de los sabios fundadores del moderno código de Hammurabi. Sin embargo hoy muchos jóvenes se preguntan: ¿Todos somos monárquicos? ¿Por qué se mantienen las Diputaciones provinciales que solo sirven para repartir espléndidos emolumentos entre sus miembros, cuando sus funciones pueden ser absorbidas por las Comunidades Autónomas? ¿Por qué no tengo trabajo ni casa cuando es un derecho constitucional? Si todos somos iguales ¿puedo llegar a ser jefe del Estado?

Los territorios tienen dueño, emanan cultura, tienen iconos que han perdido la condición humana y sirven de enlace con las divinidades, los buenos son los “míos” y siempre tienen razón, los “malos” son los que quieren romper España y venderla en trocitos a una Europa que nos roba nuestras riquezas y defiende a los lobos que comen nuestro ganado y retozan con nuestros perros.

El Viejo Milenario huye del debate; está avergonzado del ridículo espectáculo que se escenificó en el Congreso de Diputados: Núñez dominó la oratoria con verbo fácil, contenido reaccionario, como siempre engañando y mintiendo con arte de profesional del estrado, algo que aprendió en su reino Jacobino. Su éxito fue el desbancar al líder de la ultraderecha Santiago Abascal y degradarlo a nivel de sargento chusquero. Sus ataques constantes a Pedro Sánchez tuvieron como respuesta el silencio y la más insultante indiferencia. Sin piedad, con ironía, con un tono brusco el portavoz socialista, Óscar Puente, descargó con crudeza el malestar de sus compañeros por el insulto a su integridad ante la invitación al transfuguismo, Feijoo, en un alarde de soberbia, se permite renunciar a la Presidencia voluntariamente, igual que el zorro a las uvas, o el Viejo Milenario a la Presidencia del Club Azulgrana. 

Ahora le corresponde a Pedro Sánchez el reto de intentar continuar como presidente. Para ello tiene que superar varias pruebas de las que destacan por su dificultad: el chantaje de los “aliados” y la oscura ambición de Y.D. 

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