Opinión

El poder oculto del libro

Pleitesía, obediencia, violencia, sumisión… Lo exige el poder del Libro que contiene la palabra de Dios encriptada, para ser interpretada únicamente por sus “representantes”, y para el creyente no hay más que una respuesta: cumplir con el mandato divino o, en caso contrario, ser expulsado de la comunidad y dejar de ser protegido por esta, y si es culpable de herejía, considerada la ofensa más grave, el réprobo será lapidado.

Complejas frases hebreas son ojeadas y estudiadas millones de veces por cientos de judíos ortodoxos que dedican la mayor parte de su vida a la lectura de los textos sagrados, lo que les dispensa de participar de otras obligaciones, como el servicio militar, eximidos de cualquier trabajo o de desempeñar cargos de responsabilidad política; en resumen, no hacen otra cosa que leer las Sagradas Escrituras, rezar y recibir una subvención del Estado que les permite vivir. No es de extrañar que su porcentaje aumente cada año.

Cuando el Viejo Milenario visitó, acompañado de su familia, Palestina, Jerusalén, Israel y todos los lugares sagrados, (mezquitas, iglesias católicas y ortodoxas) de Tierra Santa “oppositus”, como sugiere alguna estimada lectora. Ambos fingieron orar introduciendo en las ranuras del Muro de las Lamentaciones un papel con los deseos de cada uno; transcurridos unos minutos, decidieron marchar, pero algo llamó su atención. Observaron que en la parte izquierda del muro había un recinto por el que entraban y salían judíos ortodoxos de todas las edades, incluso adolescentes. Con el obligatorio uso del kipá (similar al solideo que llevan los clérigos cristianos), que le habían facilitado para poder entrar en el recinto. Llamaba la atención la enorme sala llena de textos ubicados sobre mesas y estanterías, en un calculado desorden; los jaredíes leían en un sepulcral silencio todos sus textos sagrados, destacando los tres libros del Tanaj: la Torá (Ley), los Nevi’im (Profetas) y los Ketuvim (Escritos). Nos movimos con libertad sin tocar algo que desencadenara la atención de los lectores y salimos en silencio.

El libro más antiguo de las religiones monoteístas es la Biblia, atribuida en gran parte a Moisés; los Sapienciales, a Salomón, y los Salmos, a David. Yahvé le dicto la Torá a Moisés en el monte Horeb. Los textos de la Biblia cristiana fueron escritos por hombres bajo la inspiración de Dios. Los musulmanes afirman y creen que la letra del Corán fue dictada a Mahoma por san Gabriel, por ello el texto no ha sufrido modificación alguna.

Las tres religiones con mayor o menor rigurosidad excluyen a los que no pertenecen a su credo de los dones y los derechos de cada lugar de la Tierra. La legitimidad de sus conquistas emana del poder oculto de su Libro Sagrado, al que no dejan de invocar 

Tres religiones. Tres Libros Sagrados. Tres Dioses crueles y vengativos. Lucha fratricida de las tres divinidades que, bajo el mandato de su fe, hacen proselitismo excluyente históricamente genocida. 

Avergonzados de la violencia de los dioses. Un hombre sabio y eterno, maltratado, torturado pero feliz marcó la senda para que la humanidad alcance la Paz: “Amaos los nos a los otros como yo os he amado”. Muy pocos lo entendieron.

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