Opinión

Vertebración

Todo ente que tenga consistencia y fortaleza ha de estar vertebrado sobre un eje que dé soporte a su existencia. Las sociedades más primitivas se constituyeron en agrupaciones familiares estructuradas sobre la interrelación de sus miembros y la especialización de tareas. La supervivencia de estas Gens se basó en su capacidad de procrear, alimentarse y adaptarse a un medio hostil. Las normas de convivencia fueron consecuencia de una evolución social cada vez más compleja; el liderazgo del grupo era fruto de la fuerza y/o destreza, ejerciéndolo quien reunía mayor poder coercitivo e incluso persuasivo. La simbología supuso la simplificación identitaria de cada uno de los miembros del grupo con los demás y con el territorio de pertenencia. Los conceptos quedaron absorbidos por el símbolo y este alcanzó un valor tan extraordinario que en su nombre murieron millones de personas. Pero la dependencia en la vertebración crea una supervivencia condicionada; cuando el eje falla, el sistema se descompone. Así ha sucedido a lo largo de la historia, los ejemplos son varios: territorios vinculados a sistemas dinásticos que han desaparecido cuando se ha extinguido el vértice de la pirámide que se identificaba con el poder; ideologías superadas por la ciencia y la evolución social que daban soporte a grandes imperios, que han quebrado como castillos de naipes cuando han entrado en crisis.

Recientemente (en términos históricos) hemos asistido como espectadores a la desaparición de un gran imperio, la URSS, que se ha desmoronado cuando se ha difuminado el eje que lo vertebraba, el Partido Comunista soviético. En semanas, sin violencia, sin un cataclismo social; la Unión Soviética se ha desgajado en una serie de estados independientes con identidad propia. Lo mismo ha sucedido con la ex Yugoslavia, con la diferencia notable de varios conflictos bélicos, con miles de muertos. Y en la actualidad asistimos a la desvertebración de Libia, Iraq, Siria… devastadas por guerras que rompen las fronteras y redefinen la cohesión territorial.

Pero las crisis identitarias se producen a veces de una forma más lenta; la falta de cohesión social y las grandes diferencias económicas determinan un divorcio entre las estructuras políticas y los ciudadanos, demandantes de una cobertura mínima a sus necesidades básicas. En nuestro país se está produciendo una desafección entre varios territorios y el conjunto del Estado; paralelamente a un alejamiento entre los partidos tradicionales y sus electores. Lo que, conjuntamente a un reforzamiento de identidades más primarias como la lengua, la cultura y el instinto tribalista, siembra de incertidumbre el destino de España. Conceptos como patria, país y/o nación, han perdido interés entre amplias capas de población. La crisis del PSOE, uno de los ejes vertebradores del Estado autonómico; la corrupción, las desigualdades sociales, la pérdida de la soberanía nacional y un nacionalismo más agresivo; debilitan la unidad del Estado español.

Es la Constitución del 78 el más fuerte eje vertebrador de nuestro país, supera a cualquier símbolo, institución y organización. Para que continúe siendo referente de deberes y derechos, es imprescindible su adecuación al presente. Se hace necesario desarrollar, introducir y modificar alguno de sus mandatos. Hay que lograr un amplio consenso en defensa de mayores cotas de democracia, no es momento de dudas. La cohesión del pueblo español depende de la grandeza de sus dirigentes. De no ser así, la partida de ajedrez continúa hasta un jaque mate, algo que pocos desean.

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