Opinión

La verdad a traición

Es probable que Diego perdiese el pelo antes que la virginidad.

A veces pasa eso, que no siempre se puede coser lo roto.

Lo malo de ser calvo prematuro es que en la imagen que uno crea de sí mismo dentro de la cabeza, el pelo todavía sigue ahí. Para siempre. Como un miembro fantasma.

Después de perder casi la totalidad del pelo, Diego llevó una vida normal, tampoco es que se tratase él de una especie de Sansón de Barrocanes. Su vida sucedió tan estándar, tanto, que incluso tuvo un hijo, el que, por cierto, heredó el cabello de Celia, la madre.

A Roberto, que apenas rozaba los cinco años, le comunicaron en su colegio concertado la obligación de asistir a la marcha infantil de Entroido -carnaval si lees esto desde más allá de la Gudiña- disfrazado de algún personaje de dibujos animados. Hacer un izquierda, derecha, izquierda, derecha por el centro de la ciudad alineado cual militar adoctrinado, no se presentaba a priori como una actividad infantil de disfrute.

A veces pasa eso, que hay cosas que uno tiene que hacer.

Se acercaron Diego y Roberto a El Almacén, una especie de bazar gigante donde un desorden simétrico atesora cualquier tipo de atrezzo que alguien pueda imaginar.

No pudo el progenitor evitar acercarse a la sección de pelucas, bien es sabido el deseo humano por aquello que uno no posee.

Y así, con una nostalgia dolorosa, Diego se enfundó un flequillo de color castaño mientras usaba la pantalla del teléfono móvil como un espejo de tocador.

Yo no estaba allí, pero puedo adivinar una especie de conmoción desastrosa.

Se dirigió entonces a Roberto y le dijo:

Toma hijo, póntela tú ahora.

El rapaz miró a su padre del mismo modo en que se observan las cosas que quieres tanto tanto que te gustaría que nadie nunca jamás en la vida las rozase ni un instante.

No papi, yo ya tengo mi propio pelo.

Yo no estaba allí, y soy incapaz de adivinar la gravedad dentro del pecho.

Escogieron una chistera que se asemejaba a la de Willy Fog y dieron la vuelta a Ourense en 80 minutos.

Yo todavía tengo mi propio pelo, vete tú a saber hasta cuándo.

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