Opinión

Escocia

Siempre creí que los pueblos o naciones que integran el Reino Unido se sentían cómodos y felices disfrutando de la común ciudadanía británica. Escocia, entre ellos, con trescientos años de unión política con Inglaterra, me sorprendió al pedir un referendum para separarse y formar un Estado propio. La consulta se celebró, y los escoceses decidieron por una mayoría suficiente seguir unidos a Inglaterra.

Para muchos el acuerdo entre el Gobierno inglés presidido por David Cameron y el jefe del partido nacionalista escocés, Salmond, constituyó una lección de democracia ejemplar.

Por supuesto, se necesita una gran dosis de confianza y valentía en la equidad de su razón para que Cameron aceptase la celebración del referendum. Y cuando vio que las encuestas pronosticaban un sí a los independentistas, no dudó en apelar a los sentimientos, a la cordialidad entre los dos pueblos. Quedaos con nosotros, os queremos -vino a decir. Y unido a los sentimientos de cordialidad y repeto, se apresuró a prometer a los escoceses más autonomía, más poder político para gestionar los propios asuntos.

Pues lo que no asustó a David Cameron asusta aquí en Galicia a reconocidos gurus del análisis político. Uno de estos calificaba al presidente del Gobierno inglés de "artista irresponsable"; otro pedía con fervor que el lema en latín "Nemo me impune lacessit", "Nadie me hiere impunemente", al parecer utilizado por los escoceses, se volviese en su contra. ¡Más papistas que el papa! 

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