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Los atascos

Atascos

El atasco o embotellamiento se produce cuando un montón de gente quiere ir a un mismo sitio y a la misma hora, y decide hacerlo en coche en vez de hacerlo en burro, que es el medio de transporte alternativo más seguro tras la entrada en vigor de la última normativa de Tráfico, que multa todas las actividades que pueden realizarse sobre la calzada.
Dicho en lenguaje policial, se produce un embotellamiento cuando el volumen de tráfico de vehículos genera una demanda mayor de lo que puede asumir una carretera española. Recalco lo de española, porque la solución romana a los atascos, por ejemplo, es increíblemente eficaz. Los italianos siguen una sola norma: si hay atasco, no hay normas. Y si no lo hay, tampoco. Así evitan los embotellamientos circulando velozmente por arcenes e isletas, haciendo kilómetros y kilómetros por el carril contrario, o incluso subiéndose a dos ruedas por las cunetas. En España, cualquiera de esas actividades supone una multa. Y cualquiera de las demás que se te ocurra que puedes llevar a cabo al volante, también.

PREVENIR UN ATASCO

La forma de prevenir un atasco es mirar el reloj y ver cuántos minutos tienes para llegar a tu destino. Prueba a citarte con la chica de tus sueños o fija la entrevista de trabajo más importante de tu vida, y sal con el tiempo justo. Esto garantiza un buen atasco. Verás la cantidad de coches que de pronto están interesados en que no ligues o no trabajes.
También puedes suponer que los días de “operación salida” tendrás problemas de tráfico en los destinos turísticos más deseados, a donde todo el mundo quiere ir. También tendrás atascos en las ciudades menos deseadas, de las que todo el mundo quiere huir.
En ocasiones el atasco se produce por un accidente o por obras. Si miras los paneles de tráfico y consigues sobrevivir a las cien mil recomendaciones para que moderes la velocidad, tal vez tengas suerte y encuentres alguno realmente informativo. Por ejemplo: “carretera cortada en kilómetro 24. Desvío provisional”. Llegado el momento, no te enfades con el ministerio por el atasco, y considera lo mucho que se preocupan de tus vacaciones, que te sacan de la anodina autovía y te llevan de paseo turístico por un montón de exóticas carreteras de tercera.

AMOR POR EL ATASCO

La mayoría de los españoles desean huir en vacaciones “a cualquier otra parte”, como canta Dorian. Hay ciudades en las que esa huída es tan salvaje, obsesiva, y numerosa que puede considerarse éxodo, cercano al bíblico de los hebreos. Los madrileños son los únicos turistas que acaban el curso tan hartos de sus zanjas, que deciden salir en masa hacia cualquier destino, logrando atascar brutalmente las salidas de Madrid, y pocas horas después formar exactamente el mismo atasco y por el mismo orden en algún destino costero. En ambos atascos, pitan, se inquietan, y se insultan. En la despedida del segundo atasco, llevan tantas horas juntos, que se abrazan e intercambian sus móviles entre lágrimas.
Por último, cabe señalar la existencia del profesional de los atascos. Estos embotellamientos permiten poner la música a todo volumen, soltar las manos del volante y situarlas en la nuca, y efectuar compulsivos movimientos de omóplatos al ritmo de los bajos de la canción del verano. Estos conductores se sienten muy frustrados cuando acaba el atasco y tienen que volver a agarrar el volante, así que suelen dirigirse después al centro urbano más próximo, donde también habrá tráfico lento, y donde pueden realizar esta extraña práctica turística en todos los semáforos que deseen.
Es este un veraneante solidario que comparte su placer musical abriendo las ventanillas en las aglomeraciones y haciendo llegar sus hits a kilómetros de distancia. Viste camiseta de tiras. Enseña la exuberancia pilosa de sus sobacos a toda la ciudad. Usa gafas de sol de espejo de colorines. Y adolece a menudo de picores y hurgamientos varios.
La pose estándar de este turista es: música de Pitbull, recostado como en una tumbona, los dedos de los pies siempre al aire, la ventanilla tintada pero bajada, la mano izquierda a la nuca, y la derecha a las irritadas criadillas.

GUÍA DE COMPORTAMIENTO

-No pitar. Pitar es lo mismo que tocar el pito. Y eso le sitúa a la altura del tipo que pone Pitbull a todo volumen.
-No gritar. El español acostumbra a sacar la cabeza por la ventanilla y gritar. El español acostumbra a perder la cabeza cuando pasa el ambulancia a toda prisa por el arcén.
-No apagar el coche. Peor que el tipo nervioso y gritón es el que apaga el coche, lo cierra, y se va a fumar un cigarrito al otro extremo de la autovía.
-No llamar a la policía. Ya lo están viendo por las pantallitas.
-No llamar a los bomberos. Es cierto que en rigor estás atrapado, pero esta vez ellos no van a sacarte de allí.
-No golpear indiscriminadamente con tu propio coche a los vehículos de delante y de atrás, en un ataque de locura y desesperación. Cuando acabe el atasco y todos arranquen, tendrás que echarte una horita más cubriendo los papeles del seguro, y otra horita más curándote de las heridas de las mordeduras de dos conductores muy enfadados.
-Si el atasco supera los cinco kilómetros o la media hora de retenciones y te aburre, pon en práctica todas las actividades anteriores simultáneamente.

ATASCOS HISTÓRICOS

El 16 de febrero de 1980 se produjo uno de los más grandes de la historia, en la carretera París-Lyon, con 176 km de coches. De todas formas ninguno supera al que tuvo lugar en 2010 en la autopista Beijing-Tibet, donde un atasco gigante paralizó a los conductores durante 11 días y a lo largo de 100 km. Esto les está bien a los chinos, por no estar dejándose los ahorros de veraneo en Ibiza, que es donde deberían estar. ¿Qué tiene el Tibet que no tenga Ibiza en verano, a ver?  
De inmensos colapsos de tráfico nacieron ciudades como Sao Paulo, levantada en torno al año 1500 sobre un gran atasco que se ha mantenido hasta nuestros días. Esto tiene la ventaja de que sus habitantes no notan la diferencia cuando salen de vacaciones. Y cuando ven una carretera despejada, pitan como locos, gritan por la ventana, y llaman a la policía.n

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